«Los verdaderos maestros no dejan huella. Son como el viento de la noche que atraviesa y cambia por completo al discípulo sin por ello alterar nada, ni siquiera sus mayores debilidades: arrastra todas las ideas que tenía sobre sí mismo y lo deja como siempre ha sido, desde el principio.»

Peter Kingsley, En los oscuros lugares del saber

martes, 19 de febrero de 2008

Más allá y más acá de la muerte

En muchas ocasiones me encuentro con personas que me dicen que después de la muerte no hay nada, que simplemente nuestra conciencia se desvanece, lo cual ciertamente es una posibilidad. Desde ese punto de vista es fácil imaginar que esa supuesta no-conciencia post mortem es de un tipo similar o igual a una no-conciencia pre-vida, de modo que tenemos una isla de conciencia acotada entre el nacimiento y la muerte.

El asunto crucial, la pregunta fundamental, por supuesto no es cómo es posible pasar de la conciencia a la no-conciencia post, sino cómo es posible pasar de una no-conciencia pre a la conciencia, en otras palabras, cómo de una nada tan “nadina” puede surgir algo tan sumamente significativo como la conciencia, la vida y todo lo que hay en ella.

Porque sin duda me resulta mucho más difícil concebir que de la nada surja algo tan significativo que ese algo tan significativo se extinga tras la muerte.

Lo cierto es que estas preguntas sobre la posible vida antes y después de la vida sólo pueden surgir en nuestra conciencia egoico-mental reflexiva que está todo el día preguntándose e imaginándose cosas, conciencia en la que nos encontramos la gran mayoría de nosotros. Pero si consideramos que la conciencia (el self, en términos psicológicos) tiene una evolución (desde lo preegoico hasta lo transegoico pasando por lo egoico), como muchos investigadores han demostrado, es posible que terminemos encontrando una respuesta satisfactoria, cosa que desde el nivel egoico-mental no es posible, ni siquiera remotamente, concebir.

En fin, el caso es que creo que el ser humano esta estructurado de tal forma que puede llegar a iluminarse a lo largo de su vida, iluminarse en un sentido místico, tal como lo cuentan y explican todos los grandes sabios de todas las tradiciones, y que ese estado implica la superación y la trascendencia de todos los estados, incluidos aquellos en los surgen esas preguntas sobre la muerte, la preocupación por la mortalidad y por la finitud, y que será en esos estados superiores, y sólo en ellos, en los que encontraremos todas las respuestas.

Merecerá la pena por tanto recorrer ese camino.

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