«Los verdaderos maestros no dejan huella. Son como el viento de la noche que atraviesa y cambia por completo al discípulo sin por ello alterar nada, ni siquiera sus mayores debilidades: arrastra todas las ideas que tenía sobre sí mismo y lo deja como siempre ha sido, desde el principio.»

Peter Kingsley, En los oscuros lugares del saber

domingo, 27 de abril de 2008

Literatura para la transformación

Como muchos de vosotros sabéis acabo de publicar un libro de cuentos titulado Rugidos de Almas, lo cual ha supuesto una magnífica aventura y un extraordinario reto personal. Lograr que una obra propia forme parte de los anales de la literatura no es algo que se consiga todos los días.

En relación a los temas sobre los que escribo diré varias cosas. Creo que esta literatura está dedicada a promover la transformación de la conciencia, porque parto de la premisa fundamental de que la conciencia es algo que puede transformarse y no sólo trasladarse (transformarse significa que la conciencia puede crecer y evolucionar desde los dominios, digámoslo así, más materiales hasta los más espirituales mientras que trasladarse significa cambiar meramente de contenidos dentro de una conciencia plana y unidimensional, algo a lo que por cierto una gran parte de la literatura mundial está dedicada).

Haber escrito este libro no es algo que he hecho porque simplemente pasaba de largo por la avenida de la literatura y, bueno, se me ocurrió la idea de refilón como algo a lo que dedicarme en mis ratos libres. Decididamente no, no es eso. De hecho uno de mis objetivos vitales es terminar con la insidiosa separación entre lo que solemos llamar tiempo de trabajo y tiempo libre. Precisamente escribir es una de esas cosas que me permite olvidarme de esa frontera artificial entre esos dos aspectos de la vida. Por tanto contemplo el arte de escribir como una parte integral de mi estar y de mi ser.

Precisamente escribir este libro me ha permitido descubrir que si hay una vocación en mí que destaque por encima de las demás o que simplemente integre, como dije antes, todos los aspectos de mi vida esa vocación es la de ser escritor, pero escritor de una literatura de transformación de la conciencia, porque aquello que transforma me transforma.

Soy muy consciente de la dificultad que supone adentrarse en el mundo literario, sobre todo para un principiante absolutamente desconocido en esos círculos, y mucho más la dificultad que supone vivir de ello, sin embargo es exactamente eso lo que deseo hacer. Puedo decirlo más alto pero no más claro: DESEO VIVIR DE LA LITERATURA porque ese es mi auténtico trabajo y una verdadera vocación.

Estoy seguro de que muchos me tacharéis de iluso, sin embargo repito lo mismo, deseo dedicarme a escribir. Para ello tengo algo así como un plan, una estrategia, que puedo resumir en una sola palabra: INSISTIR, y después seguir insistiendo, y después de todo eso seguir insistiendo, y así sucesivamente.

No me faltan posibles historias que contar. Ahora mismo tengo seis o siete ideas que muy bien podrían traducirse en otros tantos libros. No, sinceramente no he escrito este libro porque simplemente me aburría (porque, tengo que decirlo, a veces me da la impresión de que mucha gente piensa que ha sido así, como si hubiera sido un pequeño experimento o una especie de capricho sin importancia), lo he escrito porque estoy convencido de que nos acercará a todos, y a mí el primero, a la conciencia trascendente, al éxtasis, al milagro, o simplemente a la divinidad.

viernes, 18 de abril de 2008

La Gran Cadena del Ser

Decididamente me declaro, entre otras cosas, perennialista. Y qué es eso, os preguntaréis. Pues simplemente alguien que abraza la visión del mundo propuesta por la llamada Filosofía Perenne o Tradición Perenne.

Lo de la Tradición Perenne es una vieja idea rescatada, parece ser, por Leibniz. Una de las ideas centrales de esta visión es que concibe al mundo, a la realidad y al ser humano como compuestos multidimensionales, es decir, la idea de que la realidad está estratificada en una serie de niveles o en una serie de esferas concéntricas dispuestas jerárquicamente. Esta jerarquía es lo que se ha dado en llamar la Gran Cadena del Ser (GCS).

Veamos algunos ejemplos sencillos de la GCS. Para empezar desde el punto de vista de la ciencia tenemos la sucesión: átomos, moléculas, células, órganos, organismos, etc. (cada nivel incluye y trasciende al anterior). Desde la neurofisiología tenemos: tronco cerebral, sistema límbico, neocórtex.

Pero la cosa no se queda ahí. Según muchas tradiciones de sabiduría el ser humano es un compuesto de: materia, cuerpo, mente, alma y espíritu, lo que traducido a un nivel mucho mayor se convierte en: fisiosfera, biosfera, noosfera y teosfera.

Tenemos una versión perfecta de la GCS en los siete chakras del yoga: alimento, sexo, pertenencia-poder, emoción, mente verbal, intuición, trascendencia; algo que se corresponde con los tres cuerpos del Vedanta: físico, sutil y causal; con los tres cuerpos del Buda, la doctrina del Trikaya, y con los tres mundos de la Ciencia Védica: tierra, atmósfera y cielo.

Pero no necesitamos ponernos excesivamente místicos para encontrarnos otras versiones de la GCS en otros ámbitos más cercanos. Tenemos un claro ejemplo en la famosa jerarquía de necesidades de Maslow: comida, protección, pertenencia, autoestima, autorrealización y trascendencia; en la evolución del desarrollo moral de Kohlberg o en los estadios del desarrollo de Piaget.

En fin, parece que miremos donde miremos nos tropezamos siempre con alguna jerarquía, u holoarquía como algunos han sugerido. Pero esa es otra cuestión. En cualquier caso tener en cuenta siempre la GCS puede ser fundamental para comprender la naturaleza de la realidad, ¿no os parece?

jueves, 10 de abril de 2008

Arthur Janov

Existe un libro maravilloso titulado La biología del amor (editorial Apóstrofe). Su autor, Arthur Janov, es el conocido psicólogo y psicoterapeuta que ha desarrollado la Terapia Primal.

El trabajo de Janov demuestra brillantemente las nefastas consecuencias que puede tener una falta de amor temprana hacia el bebé y los posibles traumas que se derivan del periodo de gestación, del nacimiento y de los primeros años de vida. Según Janov muchas patologías que sufrimos en la edad adulta se originan en ese periodo temprano, momento en el que ese defecto se graba literalmente en la fisiología del cerebro en lo que Janov llama “la huella”.

Desde este punto de vista muchas patologías no son más que el rastro que la huella (inconsciente) ha dejado en nuestras neuronas, rastro que por otra parte es un intento del propio cerebro de recuperarla para traerla a la conciencia y liberarla finalmente de su cárcel inconsciente.

La exposición de Janov es sin duda maravillosa y reveladora, pero por otra parte parece reducir toda patología al trauma del nacimiento y a la falta de amor de los padres hacia el bebé, cosa que por supuesto puede ser perfectamente discutible.

Según Janov nos pasamos la vida intentando reprimir esa huella temprana, lo cual resulta a todas luces imposible, porque su recuerdo bulle insidiosamente debajo del córtex generando una presión difícil de obviar. Una de esas formas de represión consistiría en la búsqueda de gratificaciones y todo tipo de placeres a través de los cuales mantener el dolor temprano lejos de la conciencia.

No tengo ninguna duda de que esto es así, sin embargo la cosa empieza a complicarse cuando Janov sugiere que entre estos placeres también se cuentan el misticismo y todo tipo de experiencias místicas y religiosas, experiencias que Janov contempla con un gran recelo, sobre todo el tipo de experiencias que proclaman las espiritualidades de tipo new age.

Al igual que Janov desconfío bastante de la autenticidad de estas espiritualidades, pero no por ello todas las espiritualidades y todos los estados místicos deben ser una farsa (o un intento de reprimir la huella). Si así fuera la religión sería una de las mayores farsas de la historia.

Otras de de las cosas que Janov parece soslayar es el valor de la intelectualidad y de la mente superior (córtex). Según Janov solamente es posible recuperar la huella (tronco cerebral, sistema límbico) a través de las sensaciones y los sentimientos, es decir, yendo de dentro a fuera, del tronco cerebral al córtex para que la huella sepultada en lo profundo de los cerebros primitivos emerja en la conciencia, y nunca al revés. En esto estamos de acuerdo. Sin embargo Janov parece olvidarse de que para recuperar la huella primero la propia evolución ha debido inventar la Terapia Primal, algo que sólo ha podido ocurrir gracias al córtex y a la mente superior.

Por tanto ambos movimientos, hacia fuera y hacia dentro, nos parecen igualmente valiosos y dignos de destacarse.

martes, 1 de abril de 2008

La simbología del corazón

Cuando hablamos del corazón simbólicamente podemos hacerlo al menos de dos formas. Veamos.

A menudo nos referimos al corazón como al centro del Ser. Podríamos decir que ese centro es el centro del Yo, el centro en el cual confluye nuestra parte humana y nuestra parte divina, cósmica o como queramos llamarla, ciertamente el centro de intersección donde consideramos que la divinidad se manifiesta y a través del cual adquirimos nuestra genuina humanidad, algo por cierto sumamente recomendable.

Según la tradición hindú podríamos decir que ese centro es el asiento del Sí Mismo o de Atman, el asiento de la divinidad en nuestra individualidad, o el asiento de lo que otros han denominado Yo Superior. Observemos que cuando hablamos de nosotros mismos y nos señalamos apuntamos hacia el centro del corazón, no hacia el sexo o la cabeza.

Por otra parte desde la visión del hatha yoga del sistema de chakras el corazón (y el timo) se corresponde con el cuarto chakra. Como muchos autores han demostrado los chakras se corresponden con los diferentes niveles de conciencia que el yo va recorriendo en su desarrollo, desde la materia hasta la divinidad. Pues bien, según este espectro el cuarto chakra se correspondería con la mente primaria, es decir, emociones, sentimientos, etc., elementos que por otra parte son gestionados por el sistema límbico cerebral, el segundo de los cerebros.

Se advierte así una correspondencia entre el espectro de chakras y la evolución cerebral (tronco cerebral-sistema límbico-neocórtex). Evidentemente desde este punto de vista las funciones superiores del cerebro (neocórtex) se relacionan con los chakras superiores (mente verbal, mente intuitiva, etc.). Por tanto contrariamente a lo que pueda pensarse el corazón no expresa verdades o realidades superiores a las del cerebro, sino que es justo al revés.

Lo que creo que ocurre es que simplemente confundimos ambas simbologías cuando nos referimos a “hablar con la cabeza “ o a “hablar con el corazón”. Generalmente se le da más valor a hablar desde el corazón (en particular en determinados círculos esotéricos y espirituales), pero en este caso nos estamos refiriendo a hablar desde el corazón como centro del Ser, como centro de la divinidad. Tengamos en cuenta que desde el otro punto de vista la mente superior supera con creces a la mente inferior de las emociones y los sentimientos.

Lo curioso del caso es que para que la divinidad se asiente verdaderamente en el centro el Ser y podamos realmente hablar desde el corazón (como centro del Ser) es muy posible que sea necesario que el yo ascienda por toda la escalera de chakras hasta percibir directamente la divinidad que se halla más allá de la cabeza, lo cual puede contribuir aún más a confundirnos si no hablamos con la suficiente propiedad cuando nos introducimos en estos dominios.

Así que cuidadito cuando hablamos de corazón y de cabeza.