«Los verdaderos maestros no dejan huella. Son como el viento de la noche que atraviesa y cambia por completo al discípulo sin por ello alterar nada, ni siquiera sus mayores debilidades: arrastra todas las ideas que tenía sobre sí mismo y lo deja como siempre ha sido, desde el principio.»

Peter Kingsley, En los oscuros lugares del saber

martes, 1 de abril de 2008

La simbología del corazón

Cuando hablamos del corazón simbólicamente podemos hacerlo al menos de dos formas. Veamos.

A menudo nos referimos al corazón como al centro del Ser. Podríamos decir que ese centro es el centro del Yo, el centro en el cual confluye nuestra parte humana y nuestra parte divina, cósmica o como queramos llamarla, ciertamente el centro de intersección donde consideramos que la divinidad se manifiesta y a través del cual adquirimos nuestra genuina humanidad, algo por cierto sumamente recomendable.

Según la tradición hindú podríamos decir que ese centro es el asiento del Sí Mismo o de Atman, el asiento de la divinidad en nuestra individualidad, o el asiento de lo que otros han denominado Yo Superior. Observemos que cuando hablamos de nosotros mismos y nos señalamos apuntamos hacia el centro del corazón, no hacia el sexo o la cabeza.

Por otra parte desde la visión del hatha yoga del sistema de chakras el corazón (y el timo) se corresponde con el cuarto chakra. Como muchos autores han demostrado los chakras se corresponden con los diferentes niveles de conciencia que el yo va recorriendo en su desarrollo, desde la materia hasta la divinidad. Pues bien, según este espectro el cuarto chakra se correspondería con la mente primaria, es decir, emociones, sentimientos, etc., elementos que por otra parte son gestionados por el sistema límbico cerebral, el segundo de los cerebros.

Se advierte así una correspondencia entre el espectro de chakras y la evolución cerebral (tronco cerebral-sistema límbico-neocórtex). Evidentemente desde este punto de vista las funciones superiores del cerebro (neocórtex) se relacionan con los chakras superiores (mente verbal, mente intuitiva, etc.). Por tanto contrariamente a lo que pueda pensarse el corazón no expresa verdades o realidades superiores a las del cerebro, sino que es justo al revés.

Lo que creo que ocurre es que simplemente confundimos ambas simbologías cuando nos referimos a “hablar con la cabeza “ o a “hablar con el corazón”. Generalmente se le da más valor a hablar desde el corazón (en particular en determinados círculos esotéricos y espirituales), pero en este caso nos estamos refiriendo a hablar desde el corazón como centro del Ser, como centro de la divinidad. Tengamos en cuenta que desde el otro punto de vista la mente superior supera con creces a la mente inferior de las emociones y los sentimientos.

Lo curioso del caso es que para que la divinidad se asiente verdaderamente en el centro el Ser y podamos realmente hablar desde el corazón (como centro del Ser) es muy posible que sea necesario que el yo ascienda por toda la escalera de chakras hasta percibir directamente la divinidad que se halla más allá de la cabeza, lo cual puede contribuir aún más a confundirnos si no hablamos con la suficiente propiedad cuando nos introducimos en estos dominios.

Así que cuidadito cuando hablamos de corazón y de cabeza.

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