«Los verdaderos maestros no dejan huella. Son como el viento de la noche que atraviesa y cambia por completo al discípulo sin por ello alterar nada, ni siquiera sus mayores debilidades: arrastra todas las ideas que tenía sobre sí mismo y lo deja como siempre ha sido, desde el principio.»

Peter Kingsley, En los oscuros lugares del saber

miércoles, 23 de julio de 2008

La entrevista en la terapia con Flores de Bach

Como ya he comentado en alguna otra ocasión en la consulta de Flores de Bach se ponen en juego dos aspectos diferentes: por una parte tenemos el aspecto fenomenológico-interpretativo de la consulta en sí, y por otro el elemento físico-objetivo constituido por el propio frasco de esencias que solemos recetar en la consulta.

Al contrario de lo que muchos terapeutas florales puedan pensar creo que realizar con éxito un diagnóstico de flores no es un asunto fácil. Y todo ello por la sencilla razón de que posiblemente una de las mayores dificultades que se nos presentan en la entrevista es que tenemos que abordar la cuestión desde al menos dos perspectivas diferentes.

Por un lado tenemos que adoptar la perspectiva del “nosotros” en la que nos envolvemos con el paciente prestando atención a cosas como el reconocimiento en nosotros mismos de los estados florales en los que se mueve el propio paciente. Se trata de sintonizar en cierta forma con el tono emocional del consultante adoptando una actitud de apertura y de escucha en la que la empatía juega un papel fundamental.

Pero por otra parte debemos tener una visión de conjunto de las treinta y ocho flores desde una perspectiva de tercera persona. En otras palabras, tenemos que tratar al paciente como portador de una serie de objetos emocionales específicos. Esto equivale a algo así como a tener una vista de pájaro desapegada tanto del paciente como de nuestro propio sistema terapéutico.

Por tanto el arte de la terapia consiste en pasar de una perspectiva a otra según lo requieran las circunstancias, lo cual es un asunto verdaderamente difícil, por no mencionar las dificultades relacionadas con los posibles sesgos que pueden afectar a nuestro propio reconocimiento de los estados emocionales y que nos pueden conducir a una interpretación errónea de los mismos.

Sin duda nuestros propios matices emocionales pueden ser un filtro importante a la hora de reconocer los objetos emocionales del paciente ya que de una u otra forma siempre vamos a abordar cualquier entrevista desde nuestra propia perspectiva. Por tanto creo que debemos tener en cuenta todas estas cuestiones en la terapia, porque aunque para muchos no sean más que pequeños matices no por ello van a dejar de ser menos decisivos.

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