«Los verdaderos maestros no dejan huella. Son como el viento de la noche que atraviesa y cambia por completo al discípulo sin por ello alterar nada, ni siquiera sus mayores debilidades: arrastra todas las ideas que tenía sobre sí mismo y lo deja como siempre ha sido, desde el principio.»

Peter Kingsley, En los oscuros lugares del saber

lunes, 20 de octubre de 2008

Menos turistas, más viajeros

Decididamente el mundo está lleno de turistas. En casi todos los lugares emblemáticos de cualquier ciudad abundan los turistas, y tal es así que incluso ellos mismos han logrado eclipsar todos los símbolos y los monumentos para erigirse protagonistas en medio de un ruido de cámaras digitales que no cesa.

Sujetos que coleccionan y miran objetos, ciudades convertidas en museos, ojos que no ven, ni sienten, ni probablemente comprenden que las ciudades, los monumentos, las catedrales también son seres dotados de cuerpo, mente, alma y espíritu; ojos ciegos al movimiento de la conciencia y a los tesoros secretos que palpitan en el corazón de todos esos lugares.

Marea de gente muerta, en fin, muerta hasta el empacho con lo que con seguridad se convertirá en una abrumadora colección de aburridas fotografías. Pero creo que ya es suficiente. Mi apuesta siempre ha sido, es y será dejar de ser un mero turista para convertirme en viajero. Pero para una explicación más detallada de lo que esto pueda significar os remito al cuento titulado La enciclopedia de mi libro Rugidos de almas, ese que comienza así:
Cuando el pequeño Golon cumplió diez años recibió dos regalos, uno procedente del cielo, el otro de sus padres. Lo que bajó de las nubes fue su nombre. Él no lo quiso, pero su cabeza tenía la propiedad de ser un imán para los excrementos de las golondrinas.

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