«Los verdaderos maestros no dejan huella. Son como el viento de la noche que atraviesa y cambia por completo al discípulo sin por ello alterar nada, ni siquiera sus mayores debilidades: arrastra todas las ideas que tenía sobre sí mismo y lo deja como siempre ha sido, desde el principio.»

Peter Kingsley, En los oscuros lugares del saber

viernes, 24 de julio de 2009

Mapas del Espíritu

Hace unos cinco años inicié la preparación de una serie de seminarios de carácter teórico que tenían como objetivo, entre otras cosas, profundizar en las raíces del hatha yoga y por añadidura en la vasta tradición hindú.

La intención era que dichos seminarios pudieran complementar el trabajo psicofísico de mis propios alumnos, y que sirvieran de toma de contacto con el mundo de la espiritualidad (sobre todo de la espiritualidad hindú) para todos aquellos que se deciden por un camino de ese tipo sin la necesidad de iniciar la práctica del hatha yoga. El seminario, desde esta última posibilidad, podría entenderse y enmarcarse dentro de la tradición del Gñana yoga, el yoga del conocimiento tal como habitualmente se entiende ese término.

Pero en el seminario no se trataban únicamente aspectos del hinduismo o del yoga sino que también planteaba abiertamente la relación de determinados conceptos e ideas surgidas en su seno con elementos de la tradición occidental y con las ideas de algunos pensadores orientales y occidentales.

Así mismo se exploraban ciertos aspectos de la ciencia moderna que pudieran tener alguna relevancia en el entendimiento y en la comprensión de todas esas ideas espirituales y religiosas. La idea no era otra que dotar a nuestra visión de unas gafas multiperspectivales desde las cuales abordar todos esos asuntos.

Finalmente, y a lo largo de dos años, realizamos cuatro seminarios de ese tipo con el título Mapas del Espíritu, y lo cierto es que el número de alumnos fue realmente pequeño. Seguramente fue así porque paradójicamente a la mayor parte de las personas que practican hatha yoga únicamente les interesa la mera práctica física, algo que por otra parte está francamente bien.

Desde luego este seminario prometía un verdadero camino de transformación. Pues bien, lo cierto es que me estoy planteando retomar de nuevo todo el asunto en forma de taller permanente. La novedad sería que no se trataría ya únicamente de un taller teórico sino que introduciríamos algunos elementos prácticos (ya sabéis, un poco de hatha yoga, algo de meditación, algo de teoría, una pizca de escucha y de reflexión consciente, ¡algún tipo de terapia!); en fin, algo verdaderamente integral, que parece que es lo que está de moda.

Así pues, el asunto promete de verdad. No puedo dejar de recomendaros que permanezcáis atentos a vuestras pantallas hasta el día del estreno para saber algo más de todo ello. Esperemos que nuestro reencuentro con el Espíritu y nuestras estelares, casi cósmicas, propuestas también estén llenas de un suave y místico glamour.

jueves, 9 de julio de 2009

Hatha Yoga y Psicología Positiva

Hay un asunto que me llama la atención esta mañana. No es otro que las supuestas bondades y beneficios de la práctica del yoga, algo que todo el mundo reconoce y que muchas personas han experimentado alguna vez. De hecho poner de manifiesto todas esas cosas es una de las estrategias que muchos centros de yoga y casi todos los profesores utilizamos.

El caso es que a veces ese tema me recuerda a todo el asunto del pensamiento positivo y al famoso “me amo, me acepto y me apruebo” de Louise Hay. De hecho uno puede tener la sensación de que practicando hatha yoga o alguna disciplina similar todas las maravillas del universo van a llegar de repente a su vida.

No niego que a primera vista eso sea así, porque efectivamente todo lo que se experimenta cuando uno se inicia en la práctica y cuando persevera en ella son beneficios y buenas sensaciones, algo realmente magnífico y digno de mención. Yo mismo estuve flotando en una nube durante los primeros meses de práctica.

Sin embargo, cuando uno lo que realmente desea es profundizar no sólo en el hatha yoga per se sino en todo lo que lo rodea (entiéndase meditación, filosofía, espiritualidad, tradición hindú, etc.); en otras palabras, cuando uno no se conforma sólo con la mera práctica psicofísica sino que además quiere profundizar en la dimensión del Espíritu y llegar a probar el sabor de eso que llamamos realización o iluminación, puede encontrarse con sorpresas no del todo agradables.

Porque lo que parece que ocurre es que cuanto más nos acercamos al Espíritu más patente se hace también nuestra Sombra (entiéndase por sombra nuestros conflictos no resueltos, aspectos reprimidos inconscientes y cosas por el estilo), cuanto más conscientes nos hacemos de nuestra dimensión espiritual más acuciante se hace la necesidad de integrar todos nuestros aspectos sombríos y dolorosos (algo que por cierto se puede experimentar como una presión psicológica realmente muy fuerte mientras nos da la sensación de no avanzar en absoluto, ni hacia el Espíritu ni hacia la Sombra).

Y es muy posible que esto sea así porque precisamente la misma puerta que conduce al Espíritu es la que permite la entrada a nuestras partes oscuras. En todo caso, aunque admitamos que son dos puertas diferentes, lo que sí parece cierto es que el mecanismo de la represión se debilita, lo cual quiere decir que al mismo tiempo que nos abrimos al Espíritu también nos abrimos a la Sombra, algo que muy bien podría ser inevitable ya que en este caso de lo que se trataría es de la operatividad del mecanismo de apertura y cierre de todas esas puertas psíquicas.

La pregunta que nos podemos hacer es: ¿nos podemos acercar al Espíritu manteniendo cerrada la puerta de la Sombra, o la participación de ésta es una condición sine qua non para nuestro desarrollo? En otras palabras, y como mucha gente se ha preguntado, ¿es posible el desarrollo espiritual sin sufrimiento? Ese es el asunto en esta dulce mañana veraniega.