«Los verdaderos maestros no dejan huella. Son como el viento de la noche que atraviesa y cambia por completo al discípulo sin por ello alterar nada, ni siquiera sus mayores debilidades: arrastra todas las ideas que tenía sobre sí mismo y lo deja como siempre ha sido, desde el principio.»

Peter Kingsley, En los oscuros lugares del saber

jueves, 7 de enero de 2010

Toneladas de práctica, gramos de teoría

Esa sigue siendo la tónica dominante en este comienzo de año. Porque en el contexto del hatha yoga casi todo es práctica: “Vale más un gramo de práctica que toneladas de teoría”. Se ha popularizado tanto esta máxima de Sivananda que creo que verdaderamente a muy poca gente (incluidos la mayor parte de los profesores de yoga que conozco) le interesa la filosofía del hatha yoga o el hinduismo.

Pero eso sólo es una opinión de uno de los hatha yoguis más importantes de los últimos tiempos, algo con lo que estaría en completo desacuerdo Sankara, quien por muchos es considerado el filósofo y sabio más importante de la historia de la tradición hindú.

Por supuesto que es importante la práctica, pero en mi opinión al tirar por la borda la teoría también tiramos, en una lamentable confusión, algunas cosas sumamente valiosas, cosas como el pensamiento lúcido y creativo, la racionalidad visionaria o una actitud crítica ante todas las modas antiintelectuales que se nos venden como si fueran lo mejor. Así pues, la sivanandina falta de validez de la teoría se entiende en muchos casos como una aversión a pensar y como la necesidad de deshacerse de una manera o de otra de ese "sucio intelecto" que nos impide paladear el sabor de los mundos verdaderamente espirituales.

Lamentablemente todo ello no suele traducirse en otra cosa que en no saber pensar. Paradojas de la vida, porque a mi juicio esas palabras de quien fuera uno de los abanderados y difusores del hatha yoga en Occidente han contribuido más que ninguna otra cosa a sembrar la arena yóguica de muchas prácticas superficiales y de un recelo y un vacío de diálogo continuo, contribuyendo de ese modo a deslegitimar la sabiduría de una tradición de milenios.

¿Será que a mayor amplitud (más practicantes y más estilos yóguicos) la profundidad (más sabios) disminuye? Me inclino a pensar que la respuesta a esta pregunta es afirmativa.

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