«Los verdaderos maestros no dejan huella. Son como el viento de la noche que atraviesa y cambia por completo al discípulo sin por ello alterar nada, ni siquiera sus mayores debilidades: arrastra todas las ideas que tenía sobre sí mismo y lo deja como siempre ha sido, desde el principio.»

Peter Kingsley, En los oscuros lugares del saber

lunes, 8 de noviembre de 2010

Mal romance

Hace unos meses escribí un artículo sobre la visión y la filosofía de Edward Bach. Se trataba de un estudio de Bach desde una perspectiva transpersonal.

Mi intención era acercar el mundo de la psicología transpersonal a la visión y a la terapia propuestas por el médico de origen galés.

De hecho, envié el artículo al Journal of Transpersonal Research (JTR) para que lo publicasen.

Quería, y sigo queriendo, psicologizar a Bach, ya que, al fin y al cabo, los expertos en psiquismo, y en otros asuntos de la conciencia, son los psicólogos.

El artículo fue rechazado.

Querían trabajos que tuvieran una fuerte base empírica; o sea, datos, estadísticas, números, muestreos, pruebas, en definitiva, de que las Flores funcionan. Como si las Flores de Bach pudieran someterse tan fácilmente a las garras de la ciencia.

La sensación que da es que quieren pruebas de que lo transpersonal existe; en otras palabras, aplicar la ciencia, o quizá el cientifismo, a cosas transpersonales, cosas como el alma, el espíritu, la conciencia, etc.

El propio Ken Wilber ha intentado, en parte, hacer tal cosa, llegando incluso a proponer un matrimonio entre la ciencia y la religión, cosa que ha sido puesta en tela de juicio por otros investigadores.

Tal vez, como ya ha sugerido Jorge Ferrer, y como firmaría Lady Gaga, ese sea un mal romance.

De momento, mi romance con el JTR ha sufrido un serio revés.

domingo, 7 de noviembre de 2010

¿Cómo es posible que una de las personas que hay en el mundo sea yo?

Mañana gris de domingo.

Me hago, entre otras, la misma pregunta que se hace Thomas Nagel en su libro Una visión de ningún lugar: ¿cómo es posible que una de las personas que hay en el mundo sea yo?

Parece más bien un koan zen.

En el zazenkai de hoy no he estado especialmente inspirado, demasiado murmullo en las neuronas.

Mi estómago está vacío. Me tomo dos castañas.

También me pregunto cómo continuar con la investigación transpersonal. Creo que no se trata sólo de psicología, y a buen seguro de mucho más que de simple empirismo psicológico.

La filosofía entra en juego. En particular, Eugenio Trías (
http://eugeniotrias.com/), uno de los filósofos más importantes de este país.

Lo digo porque hace unos meses leí uno de sus libros, y porque hablar del alma y del espíritu, como él hace, significa referirnos a cosas que están más allá o más acá de lo personal.

A los investigadores transpersonales no les vendría mal echar un vistazo a su obra.

¿Cuándo empecé a ser?

Me temo que no hay respuesta para muchas de estas preguntas. Me tranquiliza el hecho de saber que el otoño aún es largo y que en cualquier momento podré calentarme las manos con un cucurucho lleno de castañas calientes, quizá esta misma tarde.

martes, 7 de septiembre de 2010

Síndrome de Aniversario


12 de septiembre de 1918:
Muere Marcelina Vicenta Cubas, vecina de Villarmayor (Salamanca), a la edad de 28 años víctima de la gripe española.

7 de septiembre de 1938:
Muere Evaristo Sánchez Cubas, hijo de Marcelina, a la edad de 25 años en el frente de guerra del Ebro luchando en el lado franquista.

Marcelina fue la primera mujer de mi abuelo paterno, Ángel Sánchez Pascual. Cuando murió, Evaristo tenía 5 años. Poco tiempo después, mi abuelo formaría una nueva familia casándose en segundas nupcias con la que sería mi abuela, Gabriela Borrego Martín, de quien tuvo dos hijos más. El más pequeño de ellos sería mi padre.

Estudiando y meditando estas vicisitudes de guerras y aniversarios de muertes he llegado a ciertas conclusiones psicogenealógicas:

Evaristo fue víctima de un “te sigo” (Hellinger); o sea, de una tendencia inconsciente de seguir a su madre a la muerte (tal vez no era feliz en el nuevo ambiente familiar, tal vez siempre se encontró fuera de lugar entre su madrastra y sus nuevos hermanos).

Y pienso que es así por la proximidad de las fechas en que se produjeron ambas muertes, la suya y la de su madre. Esa diferencia de tan sólo 5 días (20 años después) es un dato fuerte que avala la hipótesis de que se trata de un síndrome de aniversario (Schützenberger), o síndrome de Evaristo como ya lo llamé en una ocasión.

Evaristo esperó a hacerse mayor para seguir a su madre con todas las de la ley. Nada mejor que una iniciación como la de vivir una guerra a pie de trinchera para dar el paso que certificara el vínculo entre ambos. La contienda bélica fue la mejor oportunidad para consumar su inconsciente lealtad.

Así pues, si Marcelina no hubiera muerto yo no estaría aquí. Por tanto, también hay un vínculo que me une a ella, y quizá en menor medida también a Evaristo. Ellos debieron irse para que yo viniera. En cierta forma les debo a ellos cada una de mis respiraciones, todas mis experiencias y todos mis logros. Y así me lo tomo. Una parte de todo lo que hago es para ellos. En todos mis actos están presentes de una u otra forma. En cierta manera me poseen, o al menos poseen una parte de mi psique. Ellos también me llaman desde el otro lado, me invitan a seguirlos, lo sé. Pero ante esa llamada, yo, haciendo caso a Hellinger, utilizando sus estrategias, les digo que también me iré, pero que todavía es pronto y que esperaré un poco más. Y sé que todavía esperaré un poco más.

Tal vez estas ideas son un poco fuertes, pero es así. Aunque más que ideas son sensaciones y sentimientos, maravillosos sentimientos que pueblan una memoria inconsciente. Quizá esta silenciosa y privada memoria mía de ellos pueda compensar el olvido que se les ha impuesto. Ahora nadie se acuerda de ellos. Ni siquiera sé dónde están sus tumbas.


Se fueron, pero siguen vivos en mi conciencia, año tras año, siendo testigos del mundo a través de mis ojos, iluminando todas las cosas que se ven en este verano que se apaga, en estos extraños días de Septiembre, en la lluvia inconstante, suave y vacía de esta misma tarde.

miércoles, 23 de junio de 2010

Notas inarticuladas

Llevo unos tres años leyendo ininterrumpidamente libros de psicología y de filosofía. Nunca hasta ahora he disfrutado tanto de la lectura. Leer me parece un ejercicio casi mágico, sublime. Poder disfrutar de un buen libro al lado de la ventana mientras contemplamos el límpido cielo azul hacia el que volamos alzados por palabras que nos conducen a otros mundos… La bandera española que cuelga de la ventana del vecino de enfrente no me inspira demasiado. Colores chillones para los que mis ojos son ciegos.

En tres años he producido miles de notas que se agrupan en docenas de folios. Muchas resumen todos esos libros, algunas son ideas propias y comentarios personales, otras se refieren a diversos temas que me interesan especialmente. Ayer caí en la cuenta de lo difícil que será articularlas en alguna visión coherente, si es que cabe alguna articulación posible. También sospecho que quizá no se traté tanto de leer y anotar mucho como de tener ideas brillantes y originales que puedan nutrirse de todos esos comentarios.

La roja es la roja, pero estos primeros días de verano el cielo es más azul y más inabarcable que nunca. ¿Alguien se ha dado cuenta de ello entre tanto furor mundialero?

lunes, 14 de junio de 2010

Religión y Espiritualidad

A veces religión y espiritualidad se nos presentan como dos polos antagónicos y prácticamente irreconciliables. Sin embargo, no creo que realizar una distinción tan radical entre ambos sea tan fácil. Me refiero a una distinción en la que la religión parezca lo peor de lo peor y la espiritualidad lo mejor de lo mejor. De hecho no estoy demasiado convencido de que pueda trazarse una frontera lo suficientemente clara como para definir de una vez por todas los dominios de ambas.

Por supuesto que hay religiones institucionalizadas que han hecho mucho daño, sobre todo las monoteístas, y que probablemente necesitan renovar sus dogmas dados los tiempos que corren, pero también es cierto que han existido y existen movimientos espirituales sin demasiado renombre y con poco impacto social cuyos únicos objetivos han sido captar adeptos y manipular las creencias de sus seguidores.

No sé si la cosa es tan simple como afirmar que la religión no es más que espiritualidad institucionalizada para mantener un estatus social y un sistema de creencias. Cierto que intuitivamente entendemos la religión como algo dado que nos viene de fuera y la espiritualidad como algo que nace y se desarrolla en el interior, entendiendo fuera y dentro también intuitivamente, pero creo que el asunto es mucho más complejo que todo eso.

Posiblemente, y como ya han apuntado otros autores, cada movimiento religioso ha tenido dos aspectos, uno transformativo (el espiritual-interior) y otro mantenedor de estatus y de cohesión social (el religioso-exterior). Pero creo que ambos han sido y son igual de importantes.

Así pues, se me ocurren algunas cosas buenas de las religiones: han servido y sirven para crear una estructura social, para apuntalar el nivel de conciencia de cada época y, por ende, para darnos una imagen de la realidad en la que vivimos. Sin esas cosas hubiera sido imposible llegar hasta aquí. Cierto que esa realidad quizá no es la mejor posible, pero es gracias a ella que podemos hablar de espiritualidad y de prácticas espirituales inspiradas por esos movimientos religiosos. Sin sus visiones posiblemente ni siquiera hubiera podido nacer un concepto de la espiritualidad tal y como hoy la concebimos. Así pues, tenemos una visión del desarrollo espiritual gracias a las religiones y no a pesar de ellas.

De hecho, es muy posible que sólo podamos emprender un determinado camino espiritual si previamente tenemos alguna idea religiosa, y las ideas religiosas sólo han podido ser articuladas por las grandes religiones. En ese sentido, y como ya he comentado en otra entrada, podemos entender las religiones como las grandes depositarias de la idea de Dios o de la Divinidad. Por tanto Dios, la Diosa o la Divinidad está en el mundo gracias a las religiones.

Entonces, ¿por qué parece que les tenemos tanta manía? Creo que eso sencillamente ocurre cuando uno está comprometido con una vía transfromativa, sencillamente cuando uno ha captado que la mera religión institucionalizada no es suficiente para acceder a un nivel de conciencia, digamos, “superior”, porque esas religiones están pensadas para la gran masa no implicada en procesos de ese tipo. Pero eso, como ya he dicho antes, no es motivo suficiente para deshacernos de ellas. En mi opinión, reconocer ese aspecto estructurador es una forma de honrarlas y de darles el valor que merecen.

viernes, 21 de mayo de 2010

Journal of Transpersonal Research

Una buena noticia: tenemos en la red una nueva revista de Psicología Transpersonal. Se trata de http://www.transpersonaljournal.com/, y se edita en castellano y en inglés. Así que podremos leer trabajos de cierto nivel sobre muchos temas relacionados con ese campo de la Psicología en nuestra lengua patria.

De igual forma, supone un gran aliciente para todos los que humildemente estamos haciendo nuestros primeros pinitos en este tipo de investigaciones. Todo eso, unido al hecho de que lo transpersonal suele dar mucho juego y abrirse a muchos otros campos de estudio, garantiza nuestra curiosidad. Ya podéis descargar el primer número, y totalmente gratis. Lo celebramos.

martes, 13 de abril de 2010

Ajo y café

Por las mañanas, antes de desayunar, me tomo medio diente de ajo, o uno entero si no es muy grande. También tomo café. Eso sí, no demasiado. La norma suele ser alrededor de cinco a la semana. Estos referentes, me temo, me sitúan entre los yoguis heterodoxos y transgresores.

Y es que tanto el café como el ajo figuran en la lista de alimentos que se desaconsejan para todo buen yogui que se precie, el primero por rajásico (excitante) y el segundo por tamásico (paralizante).

Sin embargo, yo no le hago demasiado caso ni a esas antiguas clasificaciones ni a la famosa doctrina de los gunas. Sencillamente no creo que comer ajo y tomar café nos haga menos espirituales ni nos aleje de la pureza sátvica que tanto proclaman los puristas de esta tradición.

En mi opinión, tanto la teoría de los gunas como muchas otras cosas relacionadas con el yoga necesitan ser revisadas para que hoy día tengan alguna credibilidad y puedan adaptarse a los nuevos tiempos. Porque si sólo admitimos como válidos los alimentos sátvicos, ¿cómo podemos entender a Krishna en el Gita?: Si el alma supera los tres modos de ser de la naturaleza [los tres gunas, no sólo tamas y rajas], no estará sujeta al nacimiento, a la muerte, a la vejez y al dolor, y, por el contrario, alcanzará la inmortalidad.

Así pues, soy un yogui tamasizado y rajasizado. Espero que eso no me impida reconocer el resplandor de la divinidad en los torbellinos del samsara, aunque tenga el sabor del ajo y el aroma del café.

martes, 6 de abril de 2010

42

Cuarenta y dos. Eso es lo que pone en mi DNI. Hoy cumplo cuarenta y dos años y cuatro meses. ¡Quién iba a decirlo! Sin embargo, en cierta forma, siento que mi vida aún no ha comenzado. De hecho no me da la impresión de tener un cuerpo de esa edad. Y si tengo que atenerme a la edad psicológica menos aún. En muchos aspectos no pienso de forma muy diferente a la época en la que rozaba la veintena.

Lo que sí noto es haber adquirido cierta profundidad y cierta madurez. Está claro que desde los cuarenta uno tiene cierta perspectiva de su vida anterior, probablemente porque uno va estando más cerca de la cumbre de la montaña, si es que hay alguna cumbre que alcanzar. Es posible que si hablamos de edad espiritual no haya muchas cosas que decir.

Desde las alturas ganadas preveo dos décadas de deliciosa batalla por delante con muchos proyectos de por medio. Tal vez, si sigo en este mundo, a eso de los sesenta y cinco monte una tetería, siempre me gustó la idea. Ese podría ser un buen lugar para el reposo del guerrero. No faltaría allí sitio para las tertulias, para el arte, para todo tipo de tés y, por supuesto, para el mejor café del mundo.

viernes, 12 de marzo de 2010

Los últimos monos literarios

Yo soy uno de los últimos monos literarios, uno de esos a los que las editoriales apenas hacen caso, uno de esos que tienen que olvidarse de publicar con alguna editorial conocida, uno de esos que, por supuesto, debe olvidarse de aspirar a vivir de la literatura.

Pertenezco e esa extraña clase de monos cuyas huellas apenas pueden verse en los escaparates de las librerías, uno de esos que tímidamente acuden con sus relucientes trabajos al librero más cercano llenos de optimismo, uno de esos a los que casi se les esfuma la ilusión puesta letra tras letra cuando ven que después de cuatro meses acumulando polvo entre miríadas de libros sólo se ha vendido un único ejemplar.

La extraña condición de último mono literario puede llegar a ser dolorosa en algunas ocasiones, sobre todo cuando da la sensación de que a uno nadie lo ve, cuando uno intenta presentar con todo el amor del mundo el recién parido hijo literario y tiene que marcharse a casa cabizbajo tras haber tenido que suspender el evento porque nadie acudió a la cita.

Ese es el riesgo que corremos los monos de las letras, el riesgo y el desafío. ¡Dulce apuesta! Sin embargo la monez es bella, porque desde ella reclamamos y proclamamos nuestra sublime, inquebrantable e insobornable condición de monos bellos, auténticos y creadores.

Adivinamos que la poesía y el arte se bastan a sí mismos, porque somos capaces de canalizar una monalidad bella y desnuda que desafía renglón tras renglón las modas y las bazofias literarias que demasiado a menudo campan a sus anchas en el mercado.

No por ser monos vamos a dejar de tener ojo crítico, ¡faltaría más! Además, desde nuestra anónima y camaleónica posición nos atrevemos a instigar a todos para que esta perspectiva tan mona sea cultivada por quien quiera y como quiera, la creatividad y la visión no tienen límites. Sólo se necesitan unos modales monales.

Acaso ser un simple mono tenga algún sentido. Lo sospechamos cuando leemos lo siguiente en La Gran Cadena del Ser de Lovejoy. El fragmento corresponde al prefacio a The English Works of George Herbert de G. H. Palmer:

Las tendencias de una época aparecen más diferenciadamente en los autores de menor rango que en los genios que la dominan. Estos últimos hablan del pasado y del futuro al mismo tiempo que de la época en la que viven. Son para todos los tiempos. Pero en las almas sensibles y atentas […] los ideales del momento aparecen recogidos con claridad.

Columpiémonos pues entre las ramas literarias, aún hay mucho bosque por delante.

martes, 9 de febrero de 2010

Salamanca trans-cultural

Hay días en los que me resulta difícil meterle mano a la ciudad. Con eso me refiero a lidiar con cosas como sus estructuras urbanas, con sus instituciones públicas, con sus gentes y, entre otras cosas, con su supuesta cultura.

Está claro que este universalizante urbanismo lineal puede afectar emocionalmente hasta a las almas menos sensibles. Y es que la sobriedad castellana es una realidad demasiado sólida, tan sólida que día tras día, y a un ritmo silencioso, no deja de convertirse en piedra.

Será Klingsor y su cárcel de piedras amarillas. Al menos eso es lo que piensan los esotéricos y los tiernos newagers (amantes de la Nueva Era). En esa visión de Aun Weor, el fatuo líder gnóstico, se excusan los que enarbolan la bandera de los nuevos tiempos. Pero yo aún no veo maravillas al respecto. Tal vez la piedra a la que se encadenan no sea otra cosa que la forma de justificar la galopante falta de creatividad que nos paraliza y de iniciativas reales de cambio.

El mito de Klingsor, el mito de la Universidad. El sello distintivo de lo que otrora fuera una ciudad floreciente parece ser una carcasa vacía. En ella parecen escudarse los políticos de turno para proponérnosla como la mejor ciudad cultural del mundo. Porque hay días en los que la ciudad parece no tener ni Universidad siquiera. Perece que no hubiera ni estudiantes. Las bicicletas no amenazan a los peatones como en Oxford, en Cambridge o en otras tantas ciudades europeas. Aún estamos lejos del encuentro multidisciplinar y multiperspectival.

No creo que Salamanca sea mucho más cultural que las ciudades que nos rodean. Un mito caduco, por tanto. Un mito que no es la realidad. Sigo sin ver espacios para el diálogo constructivo, para la creatividad sin fronteras, para la mente visionaria o para la sutileza del espíritu. No veo, en definitiva, espacios para la humanización.

No hablemos ya del ámbito académico. Profesores tristes, encarcelados en sus klingsorianas celdas vitalicias. No perdamos el trabajo. ¡A ver si la crisis va a ser de verdad sistémica! Tiemblen ante la amenaza del cambio. ¿Será el gremio académico capaz en algún momento de encarnar algún tipo de transformación refrescante y revitalizante dejando la tradición y su pesadez a un lado?

¿Quién se atreve a recurrir a la Iglesia y a todos esos que parece que están olvidando su genuina y primigenia misión, o sea, construir puentes (pontífices) entre la Tierra y el Cielo? Al menos, y aunque quizá ellos no se den cuenta, juegan un papel importante: ser depositarios de la idea de Dios. Si no existieran grandes religiones institucionalizadas se me antoja difícil imaginar como el hombre de a pie (la gran masa de ciudadanos) iba siquiera a concebir la idea de Dios, al margen de sus creencias al respecto.

Depositarios de Dios, depositarios del cambio de conciencia a nivel planetario. Éstos últimos son los newagers. Sin ellos también estaríamos perdidos, porque aunque sus métodos son en la mayor parte de los casos infantiles, narcisistas (no es difícil constatarlo) y miedosos de cosas como el intelectualismo, la filosofía y otras cosas por el estilo, quizá representan el único colectivo que se atreve a proclamar a los cuatro vientos y sin tapujos la necesidad del advenimiento de una nueva era dorada (más allá de Klingsor, por supuesto).

Las shangas varias (comunidades espirituales de algún tipo, ya sean budistas, mahometanas o yóguicas) no parecen ofrecer alternativa; no quiren oír hablar ni de castillos encantados ni de almas en pena. El lema de todos ellos parece ser: “Cada uno a lo suyo. ¡A practicar!”. Así pues, vivimos inmersos en una realidad pre-dialóguica. Las toneladas de teoría de Sivananda siguen pesando lo suyo.

¿Qué hacer en medio de este extraño panorama? Pues lo único que se le ocurre a uno, y es lo que he hecho hoy, es meterse en cualquier café moderadamente acogedor a observar la mañana, los pájaros, la gente, tratando de imaginar un mañana más radiante, más pleno y más divino más allá del cielo gris que se cierne sobre nuestras conciencias, un mañana verdaderamente trans-cultural y casi trans-material; algo que casi se adivina en el aroma del café y de los croissants.

¿Cuán lejos queda Totnes y las ciudades de transición? ¿Cuán lejos queda esto? ¿Cuán lejos quedan lugares como Findhorn, con sus interminables atardeceres luminosos y sus santuarios naturales? ¿Cuán lejos queda el té verde de media tarde?

sábado, 9 de enero de 2010

Más espritualidades

De vez en cuando compro en Amazon. A veces se encuentran libros interesantes que no han sido traducidos al castellano. Es el caso de The Primal Wound: Transpersonal View of Trauma, Addiction and Growth. Me interesa porque sus autores parecen basarse en la Psicosíntesis de Assagioli para dar cuenta de un posible desarrollo transpersonal con patentes reminiscencias primales en un sentido janoviano. Pero también porque la visión de Assagioli es una de las visiones transpersonales que a primera vista más puede conectar con el trabajo de Edward Bach.

Y establecer ese tipo de conexiones y paralelismos es una de las cosas que a mi juicio más necesita la terapia de Bach. De hecho creo que la terapia con Flores de Bach necesita ser psicologizada en un sentido estricto. A fin de cuentas se trata simplemente de eso, del cuidado y del tratamiento del alma, que es lo que pretende la terapia con Flores y cualquier otra psicoterapia que se precie.

También me he hecho con Sacred Science: Person-centred Inquiry into the Spiritual and the Subtle de John Heron, un autor que aboga por una espiritualidad participativa lejos de los dogmas y de las tradiciones preestablecidas y que puede parecerse a los planteamientos de Ferrer. Todo sea por tener una perspectiva más amplia de la espiritualidad y por salir de las fronteras de los autores populares que todos conocemos. Veremos que podemos sacar de todo ello.

jueves, 7 de enero de 2010

Toneladas de práctica, gramos de teoría

Esa sigue siendo la tónica dominante en este comienzo de año. Porque en el contexto del hatha yoga casi todo es práctica: “Vale más un gramo de práctica que toneladas de teoría”. Se ha popularizado tanto esta máxima de Sivananda que creo que verdaderamente a muy poca gente (incluidos la mayor parte de los profesores de yoga que conozco) le interesa la filosofía del hatha yoga o el hinduismo.

Pero eso sólo es una opinión de uno de los hatha yoguis más importantes de los últimos tiempos, algo con lo que estaría en completo desacuerdo Sankara, quien por muchos es considerado el filósofo y sabio más importante de la historia de la tradición hindú.

Por supuesto que es importante la práctica, pero en mi opinión al tirar por la borda la teoría también tiramos, en una lamentable confusión, algunas cosas sumamente valiosas, cosas como el pensamiento lúcido y creativo, la racionalidad visionaria o una actitud crítica ante todas las modas antiintelectuales que se nos venden como si fueran lo mejor. Así pues, la sivanandina falta de validez de la teoría se entiende en muchos casos como una aversión a pensar y como la necesidad de deshacerse de una manera o de otra de ese "sucio intelecto" que nos impide paladear el sabor de los mundos verdaderamente espirituales.

Lamentablemente todo ello no suele traducirse en otra cosa que en no saber pensar. Paradojas de la vida, porque a mi juicio esas palabras de quien fuera uno de los abanderados y difusores del hatha yoga en Occidente han contribuido más que ninguna otra cosa a sembrar la arena yóguica de muchas prácticas superficiales y de un recelo y un vacío de diálogo continuo, contribuyendo de ese modo a deslegitimar la sabiduría de una tradición de milenios.

¿Será que a mayor amplitud (más practicantes y más estilos yóguicos) la profundidad (más sabios) disminuye? Me inclino a pensar que la respuesta a esta pregunta es afirmativa.