«Los verdaderos maestros no dejan huella. Son como el viento de la noche que atraviesa y cambia por completo al discípulo sin por ello alterar nada, ni siquiera sus mayores debilidades: arrastra todas las ideas que tenía sobre sí mismo y lo deja como siempre ha sido, desde el principio.»

Peter Kingsley, En los oscuros lugares del saber

sábado, 11 de octubre de 2014

Conócete a ti mismo


Según se cuenta en la tradición, estas palabras estaban inscritas en el oráculo de Apolo en Delfos.

A pesar de todos los siglos que nos separan de la floreciente cultura griega, creo que no puede haber ningún otro precepto que tenga más vigencia que éste, dadas las circunstancias en las que vivimos en nuestro mundo moderno y postmoderno.

Creo que es oportuno que volvamos nuestra mirada hacia nosotros mismos y hacia nuestra realidad interior para que logremos descubrir el secreto que encierra. Se trata de hacer un gesto de introspección, de descubrir la mirada que nos devuelve al alma, de compartir un trayecto del camino que nos conduce a la luz del conocimiento.

Seguramente nada hay tan vasto como esta realidad interior, un universo poblado de sueños, de imágenes, de sentimientos, de emociones, de pensamientos, de ideas. La vía del autoconocimiento es el camino que nos sitúa frente a nosotros mismos para que podamos re-inventarnos, re-imaginarnos y re-descubrirnos, y también es una vía de superación, de trascendencia y de compasión.

Y lo podemos hacer de muchas formas y desde muchos ámbitos: desde la psicología, la filosofía, la ciencia, la espiritualidad, el esoterismo, la ecología, desde la sabiduría que cada uno lleva dentro. No hay ningún lugar desde el que no podamos hacer un abordaje a nuestro mundo interno para tratar de responder a las preguntas fundamentales: ¿Quién soy? ¿Para qué estoy aquí? ¿Hacia dónde voy?

Las palabras son importantes, hubo un tiempo en el que tenían poder terapéutico. La gente se curaba escuchando a recitadores de versos, a rapsodas y poetas. En la actualidad no se le da demasiado crédito a la idea de que escuchar a alguien o pronunciar un discurso pueda producir una verdadera transformación. Lo importante, nos dicen, es la “práctica”.

Sin embargo, los discursos y las conversaciones también nos cambian. Yo particularmente apuesto por recuperar ese ideal terapéutico y transformador a través de un diálogo consciente y creativo, por llegar al alma y al espíritu mediante las palabras, y también por que entre todos nos demos la oportunidad de crear un “nosotros” que sea un canal diáfano a través del cual se manifieste una nueva realidad y un nuevo mundo más pleno, más alegre y más amoroso.

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