«Los verdaderos maestros no dejan huella. Son como el viento de la noche que atraviesa y cambia por completo al discípulo sin por ello alterar nada, ni siquiera sus mayores debilidades: arrastra todas las ideas que tenía sobre sí mismo y lo deja como siempre ha sido, desde el principio.»

Peter Kingsley, En los oscuros lugares del saber

martes, 29 de enero de 2008

La Ciencia de las Flores de Bach

En muchas ocasiones me he preguntado si sería posible medir o cuantificar de alguna forma el efecto de la toma de las flores. Creo que éste es un asunto controvertido porque parece que la terapia no entra dentro del dominio habitual de la ciencia empírico-analítica. De momento sólo podemos jugar con interpretaciones de los hechos, más propias de las ciencias dialóguico-subjetivas. El problema estriba en que la terapia sí se sirve de un soporte físico-material, es decir el frasco con el agua donde se conservan las esencias. Como es bien sabido si analizáramos la composición química del agua no hallaríamos diferencia alguna entre un preparado de Chicory, por ejemplo, y otro de Clematis, porque el asunto crucial de la terapia es que la materia, el agua en este caso, es el soporte y el vehículo de una información inmaterial no física. Esa al menos es la tesis de Bach.

Así que tenemos una ciencia fenomenológica interpretativa que utiliza un medio empírico objetivo. ¿Cómo resolvemos pues el asunto? Por el momento lo único que podemos hacer es aplicar la terapia en el marco de referencia en el que fue diseñada, es decir, al margen de la ciencia y la medicina convencional (en todo caso como complemento a la misma), lo cual por otra parte está francamente bien. Pero no podemos obviar que en el mundo se impone, impera y se valora (por suerte o por desgracia) una visión científica de las cosas, y desde mi punto de vista sería interesante tratar de establecer un diálogo entre el enfoque interpretativo y el descriptivo. Creo que en última instancia los terapeutas e investigadores florales, si quieren que su hacer sea reconocido por la comunidad ortodoxa y no únicamente tachado de pseudociencia (o en el mejor de los casos de terapia “light”), tendrán que responder a las preguntas y los planteamientos de la ciencia convencional. De lo contrario creo que corren (corremos) el riesgo de permanecer continuamente en nuestra isla pseudocientífica.

Pienso que podría ser interesante preguntarse que es lo qué realmente hay en el agua de los preparados florales, porque es evidente que es ese algo lo que en esencia produce el efecto curativo. Una sugerencia podría ser rastrear hasta donde sea posible los posibles cambios que puedan producirse en la naturaleza físico-química de la molécula de agua en presencia de las esencias florales con el objeto de detectar en el medio físico alguna evidencia de una posible huella floral, en otras palabras, el punto de contacto e intersección entre el mundo físico y el mundo sutil. Lo cierto es que no tengo la menor idea de si alguien ha hecho este tipo de investigación.

Soy consciente de que Bach era reacio a introducir un enfoque científico en su hacer, pero eso no quiere decir que nosotros no podamos hacerlo. Creo que a pesar de eso la terapia puede seguir siendo igual de fiel que siempre a sus principios originales.

sábado, 19 de enero de 2008

¿Cuánto cuesta...?

En muchas ocasiones se reaviva la polémica entre si los cursos, terapias y demás mercadotecnia de productos espirituales deben o no tener precio. Veamos si es posible una reconciliación entre ambos puntos de vista porque creo que en esencia ocurre básicamente lo mismo que entre vegetarianos y no vegetarianos (véase una entrada anterior).

Los partidarios de las cosas gratis se amparan en planteamientos del tipo: “lo que es auténticamente espiritual debe darse gratuitamente y no debe tener precio; todo aquello a lo que se le pone un precio está corrompido por los intereses económicos de este mundo tan ruin e injusto” (exagerándolo un poco). Evidentemente este es un planteamiento ascendente del tipo “huida hacia las esferas superiores” amparado en filosofías como la de la Bhagavad Gita y del “dar sin esperar nada a cambio”, que de alguna manera quiere construir una realidad nueva y beatífica en contraposición al mundo de todos los días.

Pero este planteamiento es sumamente ingenuo porque si bien mantiene un ideal que sí es propio con seguridad de los dominios espirituales se olvida de que esa visión se sustenta y se enraíza en las estructuras económicas y sociales ordinarias actuales, y que desde esa conciencia ordinaria en la que nos encontramos la mayor parte de nosotros por lo general las cosas no se dan sin esperar nada a cambio. De hecho la Naturaleza, Dios, la Diosa o como quiera que concibamos a la divinidad no solamente es dadora de vida sino que también es ejecutora de muerte. Dar y tomar, por tanto, es algo a lo que nos hallamos bastante acostumbrados. Es posible que las estructuras sociales y económicas del futuro (las cuales es posible que funcionen sin dinero, lo cual, dicho sea de paso, creo que está a años luz del presente) sean más espirituales pero es evidente que las de hoy no lo son.

Los que prefieren cobrar (y en muchas ocasiones cobrar demasiado) se asientan en planteamientos diametralmente opuestos, como por ejemplo: “cobrar es legítimo y necesario mientras estemos en este mundo porque a fin de cuentas el dinero es una forma más de energía (ignoro de qué tipo) y si no lo hacemos nadie valorará lo que se da”. Está claro que este punto de vista es mucho más terrenal y a través de él parece que se quiere dar a entender que el dinero no debe ser un impedimento para desenvolverse en terrenos espirituales.

El inconveniente y el peligro de este planteamiento es que corre el riesgo de acabar poniendo un precio a todas las cosas y apegarse exageradamente a todos esos beneficios económicos olvidándose de muchos valores y de otras cuestiones que por definición no lo tienen, y por tanto olvidándose de que de lo que se trata es de trascender las actuales estructuras en las que nos hallamos inmersos.

Desde mi punto de vista la solución suele ser, como casi siempre, el camino del medio, tener en cuenta los dos puntos de vista sabiendo que nos hallamos con los pies en este mundo pero con la mirada puesta más allá de él. Creo que las estructuras de este mundo cambiarán no intentando fabricar un modelo alternativo desde fuera de ellas sino desde su mismo seno. Como he dicho muchas veces creo que no se trata tanto de alcanzar un mundo más espiritual como de espiritualizar nuestro mundo actual.

martes, 15 de enero de 2008

¿Yoguis sin futuro?

Es posible que las cajeras de los supermercados no tengan demasiado futuro, aunque empiezo a dudarlo tras enterarme del caso de la cajera francesa que se está haciendo famosa con su blog. Contribuiré aún más a ello. Si no lo creéis podéis hacer clic en
http://caissierenofutur.over-blog.com

Lo que me preocupa es si esta profesión nuestra del yoga itinerante lo tendrá. Porque el asunto de llevar la tradición yóguica a los lugares más remotos de esta bendita península en medio de las inclemencias invernales y de los temporales económicos posnavideños se me antoja en algunos momentos harto complicado y agotador.

A duras penas trato de hacerme un hueco a caballo entre las asanas rurales y las urbanas en esa tierra de nadie que a veces parece ser esta profesión tan cogida por los pelos. Sin embargo en algunas ocasiones, y últimamente con una mayor frecuencia, algo me dice que pronto podremos perfilar el cuerpo de una ciencia yóguica más completa y más bella.

Sin duda algo profundo bulle debajo de estos aparentes yogas simples, debajo de estas gimnasias psicofísicas de barrio, como algunos las califican. Veremos si las asanas soportan el peso de toda esa poesía que lucha por emerger desde el fondo de los cuerpos de todos los que se inician en esta ciencia eterna.

miércoles, 9 de enero de 2008

Vegetarianos

Sin duda hay muchos motivos tanto para seguir una dieta vegetariana como para no hacerlo. En ocasiones se generan discusiones en torno a estos dos puntos de vista. Veamos cómo reconciliarlos.
Desde mi punto de vista el vegetarianismo se asocia básicamente a tres cuestiones, a la filosofía del yoga (idea de la purificación del cuerpo para acceder a estados de una mayor profundidad espiritual), a la idea de una mejora de la salud en general y al tema de la necesidad de ser respetuosos con los animales rechazando el maltrato que casi siempre sufren. Los dos primeros puntos hacen patente la necesidad de alcanzar un estado de ser que de entrada no parece que poseamos, a saber, la espiritualidad y la salud. En concreto en la tradición del yoga podemos decir que se trata de una vía de ascenso y purificación que se sustenta en una creencia del tipo: “busquemos el Espíritu allí donde esta, en lo alto, más allá de los placeres de este mundo y de los alimentos insanos”. Esta visión tiene sin duda sus raíces en las tradiciones ascéticas tempranas (condena del mundo y visión del mismo como un impedimento para alcanzar el Espíritu) y no está exenta de determinados tintes mágicos que todavía hoy perduran de alguna forma, como la idea de que determinados alimentos nos provocan determinados estados, etc. (no niego que sea cierto, pero es necesario realizar una investigación detallada del tema). Podemos ver muchas tradiciones elevacionistas de este tipo en toda la tradición hindú desde las Upanisads hasta hoy: samkhya, yoga, yoga de Patanjali, etc. En contraposición a todas estas tendencias aparecen las visiones descendentes con creencias del tipo: “el Espíritu también está en lo más bajo, exaltémoslo entonces y alcancemos la liberación a través del mundo”, como ocurre en el caso del tantrismo. En este caso estaría justificada la alimentación carnívora y el abrazo de los demás placeres “mundanos”.
Es evidente que las tradiciones ascendentes dan cuenta de un Dios trascendente y probablemente de un impulso evolutivo que sin duda nos acerca al Espíritu, y que las tradiciones descendentes dan cuenta de un Dios inmanente y con toda seguridad nos quieren dar a entender que el Espíritu siempre ha estado con nosotros.
Creo que el debate entre vegetarianos y no vegetarianos puede resolverse teniendo en cuenta ambos puntos de vista, ambos legítimos (ambos verdaderos y falsos a medias, lo cual con seguridad es consecuencia de que la plenitud y el Espíritu es al mismo tiempo trascendente e inmanente). El problema es que por lo general tanto vegetarianos como carnívoros presentan argumentos un poco pobres en la defensa de sus respectivos puntos de vista. Los vegetarianos buscan con demasiada vehemencia el reino de lo superior y de la pureza rechazando de plano la actitud contraria, presentan por tanto un descenso pobre, un abrazo pobre de la realidad (incluidos sus aspectos oscuros). Por otra parte los carnívoros tienen un abrazo demasiado efusivo y se olvidan de la sabiduría del ascenso.
Por lo tanto mi propuesta es que necesitamos un ascenso seguido de un descenso, es decir una especie de vegetarianismo comprensivo y adaptativo, un planteamiento por ejemplo del tipo: “Alimentémonos habitualmente de alimentos puros y beneficiosos porque sabemos que con ellos aumentará nuestra calidad de vida pero teniendo en cuenta que vivimos inmersos en una macroestructura social, la cual es posible que nos exija cambiar de hábitos de vez en cuando, hábitos a los que nos tendremos que adaptar sabiendo que esa sabiduría que buscamos en lo superior también puede hallarse a través de la ingesta de esos otros alimentos que a veces no nos parecen tan puros”.

jueves, 3 de enero de 2008

Madurez espiritual

En una de las presentaciones de mi libro se planteó la cuestión de cómo medir el nivel espiritual de las personas. Yo resolví que para ello necesitaríamos un “espiritualómetro”. Pues bien, acabo de encontrar un espiritualómetro en el libro Los tres ojos del conocimiento (editorial Kairós) de Ken Wilber, en el capítulo 7 titulado Legitimidad, autenticidad y autoridad en las nuevas religiones. Bien es cierto que en él se plantean algunos criterios para determinar lo conflictivos y peligrosos que pueden llegar a ser determinados colectivos espirituales y no se menciona en general cómo realizar una medida individual del nivel de conciencia, pero me parece una forma muy buena de determinar el tipo de organizaciones y grupos en los cuales podemos vernos inmersos y, en definitiva, una herramienta muy valiosa para saber si nos estamos moviendo en el seno de grupos que alientan la regresión y el retroceso o si por el contrario apoyan la elevación y la trascendencia. Recomendable en todos los sentidos para la habitual inocencia new age del principiante.

Órdenes Iniciáticas y Nueva Era

Tal vez sea interesante preguntarse el papel que pueden tener determinadas órdenes iniciáticas del pasado y del presente en la transformación de la conciencia y en la transformación planetaria tan anunciada en los círculos de la Nueva Era. Me refiero a todo tipo de organizaciones herméticas y secretas (me vienen a la cabeza la Orden del Temple, la Orden Rosacruz, etc., por citar tan sólo estos dos ejemplos bastante bien conocidos). Ignoro los entresijos y el fundamento de estas dos organizaciones, pues nunca he pertenecido a ellas. Lo cierto es que abundan todo tipo de escuelas de tipo sectario u otras incluso anónimas, por lo general siempre establecidas en torno a la figura de algún que otro supuesto maestro espiritual o gurú (aunque también es probablemente cierto que no podemos incluir a todas en la misma categoría).
Las pretensiones de todo este tipo de organizaciones puede parecer a primera vista absolutamente legítimo, puesto que una de las funciones que se les suele atribuir es la preservación, conservación y/o difusión de ciertos conocimientos de tipo esotérico entre los supuestos iniciados u elegidos, un conocimiento que de otro modo podría muy bien “corromperse” e incluso “perderse”. Al menos ésta parece ser la tesis de estas órdenes.
Por lo demás suelen hacer gala y vanagloriarse de poseer un conocimiento (no lo dudo) que el ciudadano de a pie no tiene, aprovechando esa situación para tratar de difundir la supuesta verdadera doctrina (en muchas ocasiones la única válida) entre los aparentes ignorantes. La impresión que siempre da cuando uno se topa y trata con muchas de estas organizaciones (y lo digo por experiencia) es que ellas parecen ser las que están en posesión de la única verdad y el único conocimiento y que verdaderamente les encantaría que todo el mundo se uniera a sus filas, porque en definitiva ese parece ser el objetivo más alto que se marcan, en otras palabras, el establecimiento del bien y del orden en tan corrompido y corrupto planeta, y para ello, por supuesto, se necesita la colaboración de un salvador de uno u otro tipo. Esa es la transformación planetaria que intentan vendernos, una en la que no somos más que marionetas de unos dirigentes que casi siempre desconocemos en nombre de tan nobles y elevados ideales. Pero esa es también por otra parte la meta de muchas religiones. En muchos casos me atrevería a decir que se trata de un fundamentalismo solapado del que una vez dentro resulta muy difícil salir. Y no sólo eso, ese es justo el tipo de estructuras y de mundo del que deseamos salir, un mundo anclado en unas estructuras básicamente arcaicas y regresivas.
Desde luego afiliándonos a la locura de estas organizaciones no sólo no arribaremos a un nuevo mundo si no que sin duda regresaremos a un pasado que hace tiempo debimos dejar atrás, con el inconveniente de que de paso nos habremos perdido a nosotros mismos en esa aparentemente noble cruzada.
Evidentemente, este tipo de organizaciones se alimentan de nuestro desconcierto y de nuestra inocencia en este tipo de andaduras.
Mi recomendación para todo el mundo cuando se inicia en un sendero espiritual es que busquen información sobre qué tipo de escuelas u organizaciones promueven las enseñanzas que uno recibe, y evidentemente si hay un maestro o maestros detrás de todas ellas, en definitiva una información sobre las fuentes de ese supuesto conocimiento. Si el silencio es la respuesta no podemos dudar de que la cosa huele a rancio desde sus mismos inicios a pesar de todas las justificaciones que puedan presentarnos sus dirigentes, porque sin duda el conocimiento no es propiedad de nadie, antes al contrario, es de todos. Aún más, con seguridad esos dirigentes aún no han comprendido que el conocimiento no es un bien escaso que debe guardarse y esconderse para transmitirlo a sólo unos pocos sino que es un tesoro único (de cada alma) que ha de crearse (y digo bien, crearse, literalmente) desde el centro de cada ser, un tesoro único e irrepetible, una verdad, bondad y belleza que ningún gurú ni ningún otro líder espiritual nos puede vender (a saber a qué precio). Creo que esa es la verdadera transformación, la maravilla de intuir, de sentir, de comprender, de crear, de ser y de finalmente regalar nuestro único y singular tesoro, algo que, por cierto, ninguna escuela ni ninguna organización que maneje este tipo de conocimientos secretos puede en última instancia ofrecernos.
No, la Nueva Era no vendrá con ese tipo de planteamientos tan imperialistas. El nuevo mundo llegará (de lo cual no tengo ninguna duda) con una auténtica transformación de la conciencia que cada alma deberá ganar desde el corazón, desde el alma y desde la mente, porque la conciencia del planeta es la suma de las conciencias de todos. Por lo tanto el primer paso que puedo sugerir para iniciarnos en esa aventura es la investigación y el estudio de todos aquellos pioneros que en el pasado ya se embarcaron en ese viaje y que son una referencia abierta para todos, la exploración de las sendas que ya están a disposición de todos, no sólo de unos pocos. Y por cierto creo que las vías espirituales implicadas en ese proyecto abundan y por lo general tienen nombre y apellidos, basta con buscar un poco.
No puede haber Nueva Era sin libertad y sin individualidad en todos los sentidos y sobre todo sin una concepción radicalmente nueva de la realidad, en ella entraremos todos, no sólo los elegidos. Creo que el pensamiento de la Nueva Era se basa entre otras cosas en la apertura, no en la exclusividad de determinado tipo de conocimiento, esotérico, científico o del tipo que sea.
Porque en última instancia, ¿quién sabe cómo será el hombre del futuro?, ¿quién puede saber con certeza qué es lo que mejor le conviene al planeta?, ¿cómo podemos pretender transformar la conciencia del planeta desde unas conciencias limitadas, parciales y en muchos sentidos egocéntricas?, ¿cómo podemos pretender tener la arrogancia de saber qué es lo que puede curar nuestro mundo?
Sugiero ante todo racionalidad, es decir, preguntar por qué, cómo, cuándo, dónde, quién… porque pienso que la racionalidad no es el enemigo a combatir, sino el aliado que nos ayudará a trascender y a superar nuestra ignorancia y nuestro dolor.

Tal vez haya sido un poco duro con este tema pero creo que con algunos tipos de planteamientos ya es momento de ser lo suficientemente claro y lo suficientemente crítico. Al margen de todo ello recomiendo a todos los new agers (entre los cuales a veces me incluyo y de los cuales otras veces me alejo) el libro La llamada (de la) Nueva Era (editorial Kairós) de Vicente Merlo. Sinceramente me parece un trabajo estupendo sobre la génesis del movimiento de la Nueva Era, sobre sus líneas de desarrollo y sobre algunas de sus implicaciones.