Ocuparse y no preocuparse: ese parece ser uno de los tópicos más habituales que nos encontramos entre la gente de la Nueva Era. Tengo que decir que en muchos sentidos no estoy de acuerdo con esa sentencia y, dicho sea de paso, tampoco con muchas otras de semejante calibre. Expliquémonos.
Creo que lo que sucede es que cuando los new agers hablan de ocuparse se refieren a algo así como a vivir en el presente, algo que valoran más que estar todo el día pensando en el pasado y en el futuro. Este vivir en el presente parece ser pues una condición indispensable para lograr la plenitud y la realización, y un síntoma de auténtica sabiduría.
No dudo de que en parte sea así, sin embargo no debemos olvidar que la mente humana tiene la maravillosa capacidad de evocar situaciones pasadas y de imaginar posibles mundos futuros, y que precisamente esa capacidad es una conquista evolutiva de millones de años que ha logrado diferenciarnos de la materia inerte, del mundo vegetal y finalmente de los demás animales.
Por tanto mucho me temo que la capacidad que tiene nuestra mente de proyectarse tanto hacia el pasado como hacia el futuro es un hábito que afortunadamente no desaparecerá nunca porque esa es sin duda una de las características de nuestra mente racional. Pero maticemos esto. Podemos proyectarnos mentalmente hacia el pasado desde el presente y podemos proyectarnos hacia el futuro desde el presente.
Estas proyecciones pasadas y futuras me parecen francamente naturales y útiles. Por ejemplo, tener acceso a situaciones del pasado y reflexionar sobre ellas puede ser interesante para poder evitar en el futuro algunos posibles errores que hayamos podido cometer. Así mismo tener una perspectiva de futuro puede ser algo sumamente valioso y motivador para acometer los desafíos presentes.
Desde este punto de vista creo que preocuparse por ciertas cosas no tiene absolutamente nada de malo, antes al contrario. Lo que quiero decir es que ambas cosas son igualmente útiles y necesarias para un desarrollo espiritualmente maduro y en un contexto no sesgado. Probablemente otra cosa es la preocupación excesiva, algo que el propio Edward Bach consideró como una fuente de infelicidad y como un motivo de tratamiento, pero no la simple y sana preocupación.
Lo que me temo que ocurre es que detrás de la mala prensa que en estos círculos pseudo-espirituales tiene el preocuparse no hay más que una serie de prejuicios hacia todo lo que significa la mente en general y hacia el pensamiento racional en particular. Pero éste es otro asunto que trataré de abordar muy pronto. Mantengámonos por el momento preocupadamente ocupados.
Creo que lo que sucede es que cuando los new agers hablan de ocuparse se refieren a algo así como a vivir en el presente, algo que valoran más que estar todo el día pensando en el pasado y en el futuro. Este vivir en el presente parece ser pues una condición indispensable para lograr la plenitud y la realización, y un síntoma de auténtica sabiduría.
No dudo de que en parte sea así, sin embargo no debemos olvidar que la mente humana tiene la maravillosa capacidad de evocar situaciones pasadas y de imaginar posibles mundos futuros, y que precisamente esa capacidad es una conquista evolutiva de millones de años que ha logrado diferenciarnos de la materia inerte, del mundo vegetal y finalmente de los demás animales.
Por tanto mucho me temo que la capacidad que tiene nuestra mente de proyectarse tanto hacia el pasado como hacia el futuro es un hábito que afortunadamente no desaparecerá nunca porque esa es sin duda una de las características de nuestra mente racional. Pero maticemos esto. Podemos proyectarnos mentalmente hacia el pasado desde el presente y podemos proyectarnos hacia el futuro desde el presente.
Estas proyecciones pasadas y futuras me parecen francamente naturales y útiles. Por ejemplo, tener acceso a situaciones del pasado y reflexionar sobre ellas puede ser interesante para poder evitar en el futuro algunos posibles errores que hayamos podido cometer. Así mismo tener una perspectiva de futuro puede ser algo sumamente valioso y motivador para acometer los desafíos presentes.
Desde este punto de vista creo que preocuparse por ciertas cosas no tiene absolutamente nada de malo, antes al contrario. Lo que quiero decir es que ambas cosas son igualmente útiles y necesarias para un desarrollo espiritualmente maduro y en un contexto no sesgado. Probablemente otra cosa es la preocupación excesiva, algo que el propio Edward Bach consideró como una fuente de infelicidad y como un motivo de tratamiento, pero no la simple y sana preocupación.
Lo que me temo que ocurre es que detrás de la mala prensa que en estos círculos pseudo-espirituales tiene el preocuparse no hay más que una serie de prejuicios hacia todo lo que significa la mente en general y hacia el pensamiento racional en particular. Pero éste es otro asunto que trataré de abordar muy pronto. Mantengámonos por el momento preocupadamente ocupados.