Para empezar tengo que decir que escribir un libro es un trabajo como otro cualquiera. Yo, al menos, así me lo tomo. Por tanto, y como ya he dicho en alguna otra ocasión, todos los que piensan que esto de publicar libros no es más que un capricho pasajero o una especie de pasatiempo al que me dedico en mi tiempo libre están totalmente equivocados.
De hecho se puede convertir en un trabajo realmente duro. Por ejemplo, uno necesita unas cuantas horas al día durante unos cuantos meses para completar la redacción de todo el texto, como ocurrió en el caso de Vibhuti y en el caso de Rugidos. Lo cual quiere decir que uno tiene que ser bastante disciplinado en las pocas horas que puede tener disponibles. Yo acostumbro a escribir por las mañanas, que es cuando mi mente está más fresca.
Después de haber dejado reposar todo el trabajo durante una temporada llega el momento de enfrentarse a la ardua y laboriosa tarea de pulir el texto. Y ésta es una tarea verdaderamente minuciosa en la que es necesario leer una y otra vez toda la obra tratando de rastrear todos los posibles errores. La corrección de estilo es sumamente importante y, desde luego, será una gran suerte poder contar con algún profesional que pueda ayudarnos.
Por si esto fuera poco la casi imposible tarea de encontrar una editorial que quiera publicar nuestro trabajo puede llegar a ser desesperante. Con las editoriales más conocidas y poderosas es mejor no molestarse, jamás leerán nuestros manuscritos. Así pues, debemos apostar por las editoriales pequeñas (es lo que he hecho con Vibhuti) que apuesten por autores totalmente desconocidos, como es mi caso.
Y cuando ya tenemos la criatura entre las manos nos damos cuenta de que tan sólo hemos llegado a la mitad de nuestra aventura. La segunda parte consiste en vender el libro, lo que significa que tenemos que organizar unas cuantas presentaciones en distintos lugares (con Rugidos hicimos nueve en total), lo cual implica hacer otros tantos viajes con el correspondiente gasto económico.
Y si bien uno se llena de entusiasmo en muchos momentos de todo ese proceso también es cierto que a veces todo el esfuerzo puesto en juego no se ve recompensado como uno quisiera o como uno se lo había imaginado. Desde luego la venta no es fácil. Soy muy consciente de que no es muy habitual que uno compre libros de un autor desconocido. Como ya he dicho en otro lugar somos una pulga en medio de los rugidos de la literatura, pero al menos nos quedará la satisfacción de proclamar a los cuatro vientos nuestras artísticas, integradoras y espirituales intenciones.
De hecho se puede convertir en un trabajo realmente duro. Por ejemplo, uno necesita unas cuantas horas al día durante unos cuantos meses para completar la redacción de todo el texto, como ocurrió en el caso de Vibhuti y en el caso de Rugidos. Lo cual quiere decir que uno tiene que ser bastante disciplinado en las pocas horas que puede tener disponibles. Yo acostumbro a escribir por las mañanas, que es cuando mi mente está más fresca.
Después de haber dejado reposar todo el trabajo durante una temporada llega el momento de enfrentarse a la ardua y laboriosa tarea de pulir el texto. Y ésta es una tarea verdaderamente minuciosa en la que es necesario leer una y otra vez toda la obra tratando de rastrear todos los posibles errores. La corrección de estilo es sumamente importante y, desde luego, será una gran suerte poder contar con algún profesional que pueda ayudarnos.
Por si esto fuera poco la casi imposible tarea de encontrar una editorial que quiera publicar nuestro trabajo puede llegar a ser desesperante. Con las editoriales más conocidas y poderosas es mejor no molestarse, jamás leerán nuestros manuscritos. Así pues, debemos apostar por las editoriales pequeñas (es lo que he hecho con Vibhuti) que apuesten por autores totalmente desconocidos, como es mi caso.
Y cuando ya tenemos la criatura entre las manos nos damos cuenta de que tan sólo hemos llegado a la mitad de nuestra aventura. La segunda parte consiste en vender el libro, lo que significa que tenemos que organizar unas cuantas presentaciones en distintos lugares (con Rugidos hicimos nueve en total), lo cual implica hacer otros tantos viajes con el correspondiente gasto económico.
Y si bien uno se llena de entusiasmo en muchos momentos de todo ese proceso también es cierto que a veces todo el esfuerzo puesto en juego no se ve recompensado como uno quisiera o como uno se lo había imaginado. Desde luego la venta no es fácil. Soy muy consciente de que no es muy habitual que uno compre libros de un autor desconocido. Como ya he dicho en otro lugar somos una pulga en medio de los rugidos de la literatura, pero al menos nos quedará la satisfacción de proclamar a los cuatro vientos nuestras artísticas, integradoras y espirituales intenciones.
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