Nos pasamos la vida atravesando
puertas. ¿Os habéis parado a pensar cuántas atravesamos a lo largo de un día?
Entrando y saliendo de nuestra habitación, del baño, del salón, del garaje, del
coche, del trabajo. Y no sólo eso, cuando caminamos por la calle también
accedemos a múltiples espacios, y cada uno de ellos nos transmite una sensación
diferente.
Probablemente ese hecho tan
simple, tan inconsciente, está grabado a fuego en nuestras mentes, en nuestra
estructura psíquica. Es un acontecer natural. La realidad está hecha así, está
hecha de puertas, por eso nuestro transitar por todos esos espacios nos pasa
desapercibido. Es nuestra forma de movernos en el mundo.
Después están las fronteras
sutiles, como la que nos conduce de la vigilia al sueño, y de éste al sueño
profundo, y las que nos conducen de un estado de conciencia a otro. En muchas
ocasiones no somos conscientes de haber atravesado estas puertas, estos
umbrales, pero sabemos que lo hacemos porque simplemente experimentamos un
cambio en nuestra conciencia.
Metaforizamos las cosas
interiores. Atravesar una puerta es una buena metáfora para entender qué es lo
que pasa con nuestra mente, con nuestra conciencia, cuando experimentamos esos
cambios. Y en ocasiones anhelamos un cambio mayor, un cambio que nos transforme
radicalmente, que nos cure, que se traduzca en un cambio de realidad y que nos
sitúe en un mundo nuevo.
Sin embargo, la mente no va a
ninguna parte ni atraviesa ningún umbral, la conciencia que es, que fue y que
será siempre estuvo allí, idéntica a sí misma como base y fundamento de todo lo
que sucede y desde la que emergen todas las cosas, incluidas las puertas,
incluida la imagen que tenemos de nosotros mismos atravesándolas. Tal vez ésta
sea la puerta de las puertas y la única frontera que merezca la pena atravesar:
la que nos conduce al corazón de lo que realmente somos.
Por eso no nada hay tan simple
como ser, nada se nos revela con tanta contundencia, con tanta pureza. Ése es
el milagro: tomar conciencia del simple hecho de ser, desprendiéndonos de toda
carga, celebrando nuestro paso por todos los umbrales que nos encontramos en
nuestra trayectoria, por todos los mundos que se abren al otro lado,
sabiéndonos y amándonos en este último paso que jalona nuestro camino.
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