Últimamente me he preguntado, como ya he sugerido en la entrada anterior, cuál podría ser una buena manera de situar las emociones (y por tanto también posiblemente las Flores de Bach) en un contexto evolutivo, desde las más fundamentales hasta las más significativas, desde las más arcaicas hasta las más racionales, lo cual contribuiría a establecer una línea de desarrollo de las emociones que podría ayudarnos a trabajar con las Flores de Bach.
Pero, ¿qué ocurriría si cada uno de esos estados emocionales (cada una de las Flores) tuviera su propia línea de desarrollo, su propia dinámica evolutiva dentro de nuestro propio panorama emocional?
Pongamos por caso Mímulus (el típico estado de miedo a alguna cosa conocida). Se me antoja que nuestra relación con Mímulus bien podría atravesar una serie de fases o fronteras a lo largo del tiempo, unos estadios que tal vez podríamos resumir en los siguientes:
1. Simplemente nos sentimos atenazados por el miedo. Nos vemos arrastrados por la sensación de miedo sin ser demasiado conscientes de cómo hemos llegado a ese estado. No sentimos otra cosa que miedo y lo único que podemos hacer es esperar que esa desagradable sensación desaparezca pronto.
2. Empezamos a discernir claramente las situaciones que nos provocan miedo y logramos atisbar, a hacernos conscientes, de que junto al miedo existe una cosa que se llama valor o valentía. Entendemos que para superar el miedo contamos con una buena dosis de valor a la que tal vez podamos apelar al enfrentarnos a las cosas que tememos.
3. Comprendemos que miedo y valor son las dos caras de una misma moneda, que una no puede existir sin la otra, y que es muy posible que en muchas situaciones se nos presenten juntas. De lo que ahora somos capaces es de manejarnos ante las cosas que antes nos provocaban miedo con el pack miedo-valor de una forma mucho más consciente y mucho más sabia.
4. Hemos logrado integrar el miedo y el valor en nuestra propia estructura psíquica y las situaciones que antes nos hacían temblar son ahora una oportunidad para trascender nuestra propia condición de miedo-valor e incluso para desarrollar nuevas cualidades y valores.
Por supuesto esto podría no ser más que una mera aproximación a una posible evolución de Mímulus, una serie de fases que podrían sucederse a través de una sucesión de fronteras en nuestra propia consciencia. En ese sentido atravesar cada una de las fronteras equivaldría a ingresar en otros tantos paisajes emocionales desde los que Mímulus se contemplaría desde una perspectiva diferente.
Desde luego cada uno de esos paisajes trasciende e incluye (a lo Wilber) a todos los anteriores. Cada nueva perspectiva emocional puede así convertirse en un peldaño más de la escalera evolutiva de Mímulus en nuestro propio collage anímico. Ascender por ella muy bien podría acercarnos a la voz del alma, a la delicada voz, tal como Bach la llamaba.
Pero, ¿qué ocurriría si cada uno de esos estados emocionales (cada una de las Flores) tuviera su propia línea de desarrollo, su propia dinámica evolutiva dentro de nuestro propio panorama emocional?
Pongamos por caso Mímulus (el típico estado de miedo a alguna cosa conocida). Se me antoja que nuestra relación con Mímulus bien podría atravesar una serie de fases o fronteras a lo largo del tiempo, unos estadios que tal vez podríamos resumir en los siguientes:
1. Simplemente nos sentimos atenazados por el miedo. Nos vemos arrastrados por la sensación de miedo sin ser demasiado conscientes de cómo hemos llegado a ese estado. No sentimos otra cosa que miedo y lo único que podemos hacer es esperar que esa desagradable sensación desaparezca pronto.
2. Empezamos a discernir claramente las situaciones que nos provocan miedo y logramos atisbar, a hacernos conscientes, de que junto al miedo existe una cosa que se llama valor o valentía. Entendemos que para superar el miedo contamos con una buena dosis de valor a la que tal vez podamos apelar al enfrentarnos a las cosas que tememos.
3. Comprendemos que miedo y valor son las dos caras de una misma moneda, que una no puede existir sin la otra, y que es muy posible que en muchas situaciones se nos presenten juntas. De lo que ahora somos capaces es de manejarnos ante las cosas que antes nos provocaban miedo con el pack miedo-valor de una forma mucho más consciente y mucho más sabia.
4. Hemos logrado integrar el miedo y el valor en nuestra propia estructura psíquica y las situaciones que antes nos hacían temblar son ahora una oportunidad para trascender nuestra propia condición de miedo-valor e incluso para desarrollar nuevas cualidades y valores.
Por supuesto esto podría no ser más que una mera aproximación a una posible evolución de Mímulus, una serie de fases que podrían sucederse a través de una sucesión de fronteras en nuestra propia consciencia. En ese sentido atravesar cada una de las fronteras equivaldría a ingresar en otros tantos paisajes emocionales desde los que Mímulus se contemplaría desde una perspectiva diferente.
Desde luego cada uno de esos paisajes trasciende e incluye (a lo Wilber) a todos los anteriores. Cada nueva perspectiva emocional puede así convertirse en un peldaño más de la escalera evolutiva de Mímulus en nuestro propio collage anímico. Ascender por ella muy bien podría acercarnos a la voz del alma, a la delicada voz, tal como Bach la llamaba.
1 comentarios:
tremendamente esclarecedor el articulo de las "fronteras emocionales".
Dejo en el aire el dilema que me surje de usar una sola flor en los preparados, usar dos , usar muchas????¿Como veis el tema?
No me parece una cuestion aritmetica, sino mas profunda, quizas en el practicioner se explica este tema con mas profundidad...
Actualmente yo uso una sola flor, hay temporadas en que uso varias...No se si podeis aportar algo, más adelante, en futuros comentarios, desarrollaré esté tema, y la cierta complejidad que me plantea.
Alex.
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