Últimamente he podido percibir en determinados círculos “alternativos”, y especialmente en algunos ámbitos relacionados con el yoga, cierto rechazo hacia todo lo relacionado con las nuevas tecnologías, principalmente hacia todo lo relacionado con Internet. Algunas veces se trata de un rechazo directo y muchas otras de una extraña mirada recelosa hacia todo lo que suponga encender un ordenador o abrir una cuenta de correo electrónico.
Parece como si con esa actitud pretendieran convencernos de que todo ese asunto tiene muchos más inconvenientes que ventajas, como si participando del milagro de los bits y de todas esas grandes cantidades de información estuviéramos perdiendo algo esencial, como si navegando por la Red fuéramos a perder nuestra genuina humanidad y el contacto con el Espíritu.
Pareciera como si quisieran decirnos: “Volvamos a la vida simple del ayer, dejemos de complicarnos con todas esas dificultades, seamos mucho más auténticos negándonos a utilizar todos esos medios tecnológicos que tanto nos alienan”.
En algunos sentidos no les falta razón, porque efectivamente es muy posible que la tecnología pueda hacernos perder nuestras auténticas raíces y la apertura hacia la simplicidad de la vida. Sin embargo también es cierto que nuestros amigos amantes de la “vida simple del ayer” parecen ignorar que existe una cosa que se llama evolución, un proceso imparable que afecta a todo el universo, incluidas todas las producciones humanas, y que este increíble proceso opera de lo simple a lo complejo (y les recuerdo que complejo no necesariamente significa complicado): de las células a los órganos, y de éstos a los organismos; de las tribus primitivas a las sociedades agrarias, y de éstas a la moderna sociedad de la información. Y éstos son sólo algunos ejemplos.
Creo que a estas alturas nadie puede negar que estemos inmersos en un proceso imparable en el que todos participamos, un proceso que, como digo, también afecta a la tecnología y a todas las producciones humanas. Desde luego es muy posible que muchas cosas se hayan perdido, tal y como nuestros amigos alegan, pero estoy convencido de que son muchas más las cosas que hemos ganado.
En absoluto estoy de acuerdo en que estemos perdiendo el contacto con el Espíritu. En todo caso estamos asistiendo al despliegue del Espíritu a través de muchas formas, incluidas las formas tecnológicas actuales. Así pues, al igual que no podemos negarnos a utilizar nuestros coches porque tengan ruedas, dejar de leer nuestros libros porque estén impresos o viajar a la India para “iluminarnos” porque tengamos que utilizar el avión, tampoco podemos dejar de utilizar Internet porque nos sirva para comunicarnos en un instante.
Porque el hecho de que estemos inmersos en un mar de información que en muchas ocasiones nos desborda no significa que tengamos que perder necesariamente la profundidad de la vida ni que el Espíritu se haya ido de vacaciones. Creo que hemos de acostumbrarnos a las novedades que surgen día tras día, instante tras instante, y comprender definitivamente que en cada momento asistimos a una manifestación radicalmente nueva de un Espíritu que nos sobrepasa y que, casi con certeza, es el fundamento mismo de cada uno de nuestro gestos, de cada uno de nuestros anhelos y de cada una de nuestras realizaciones y producciones, incluidas todas las tecnologías habidas y por haber por muy ásperas que nos puedan parecer.
Parece como si con esa actitud pretendieran convencernos de que todo ese asunto tiene muchos más inconvenientes que ventajas, como si participando del milagro de los bits y de todas esas grandes cantidades de información estuviéramos perdiendo algo esencial, como si navegando por la Red fuéramos a perder nuestra genuina humanidad y el contacto con el Espíritu.
Pareciera como si quisieran decirnos: “Volvamos a la vida simple del ayer, dejemos de complicarnos con todas esas dificultades, seamos mucho más auténticos negándonos a utilizar todos esos medios tecnológicos que tanto nos alienan”.
En algunos sentidos no les falta razón, porque efectivamente es muy posible que la tecnología pueda hacernos perder nuestras auténticas raíces y la apertura hacia la simplicidad de la vida. Sin embargo también es cierto que nuestros amigos amantes de la “vida simple del ayer” parecen ignorar que existe una cosa que se llama evolución, un proceso imparable que afecta a todo el universo, incluidas todas las producciones humanas, y que este increíble proceso opera de lo simple a lo complejo (y les recuerdo que complejo no necesariamente significa complicado): de las células a los órganos, y de éstos a los organismos; de las tribus primitivas a las sociedades agrarias, y de éstas a la moderna sociedad de la información. Y éstos son sólo algunos ejemplos.
Creo que a estas alturas nadie puede negar que estemos inmersos en un proceso imparable en el que todos participamos, un proceso que, como digo, también afecta a la tecnología y a todas las producciones humanas. Desde luego es muy posible que muchas cosas se hayan perdido, tal y como nuestros amigos alegan, pero estoy convencido de que son muchas más las cosas que hemos ganado.
En absoluto estoy de acuerdo en que estemos perdiendo el contacto con el Espíritu. En todo caso estamos asistiendo al despliegue del Espíritu a través de muchas formas, incluidas las formas tecnológicas actuales. Así pues, al igual que no podemos negarnos a utilizar nuestros coches porque tengan ruedas, dejar de leer nuestros libros porque estén impresos o viajar a la India para “iluminarnos” porque tengamos que utilizar el avión, tampoco podemos dejar de utilizar Internet porque nos sirva para comunicarnos en un instante.
Porque el hecho de que estemos inmersos en un mar de información que en muchas ocasiones nos desborda no significa que tengamos que perder necesariamente la profundidad de la vida ni que el Espíritu se haya ido de vacaciones. Creo que hemos de acostumbrarnos a las novedades que surgen día tras día, instante tras instante, y comprender definitivamente que en cada momento asistimos a una manifestación radicalmente nueva de un Espíritu que nos sobrepasa y que, casi con certeza, es el fundamento mismo de cada uno de nuestro gestos, de cada uno de nuestros anhelos y de cada una de nuestras realizaciones y producciones, incluidas todas las tecnologías habidas y por haber por muy ásperas que nos puedan parecer.
2 comentarios:
Lo primero que me sugiere el articulo es esa concepcion prohibicionista que parece subyacer en las opiniones antiinternet que menciona Fernando.
El talante prohibicionista ha acompañado a muchas religiones y tambien incide en el mundillo alternativo.
De nuevo una reflexion de Jodorowsky parece resumir que vision de la espiritualidad en cierta manera opuesta que me parece personalmente mas defendible en estos tiempos.
Es cuando habla de la carta del tarot, creo que es el ermitaño que porta un candil como metafora de la busqueda del conocimiento. Afirma A.J. que si hubo tiempos en que esos saberes se transmitian desde la ocultacion y lo críptico., el propone que hoy hay que elevar el candil para ofrecer la luz a los demas, "quien desee aprender que venga y aprenda".
Otra vez pues "revolucionario" concepto de A.J. que comparto.
Luego sobre el debate acerca de internet, algo que me gusta del medio es el concepto de horizontalidad en contraposicion a los mass media al uso, tv, radio...
Los mass media verticales parecen secuestrados para orientarnos hacia Salsa rosa, Fernando Alonso y la teletienda, con salsa de sangre a granel.
Al menos internet nos permite otros argumentos.
Ello sin olvidar las contrapartidas de la tecnologia que tambien son importantes, como ya describe Fernando en el artículo.
Postdata,:Que lindas son las cajas de hortalizas a la puerta de las casas, y las bicis bh que se estilan en este pueblo donde vivo.Estos viejetes no saben que son sostenibles.
"Lo primero que me sugiere el articulo es esa concepcion prohibicionista que parece subyacer en las opiniones antiinternet que menciona Fernando"
ACLARACION,por si la redaccion del parrafo indujera a error: las opiniones antiinternet son opiniones efectuadas por circulos alternativos, no por Fernando,.
Publicar un comentario