Cada día que pasa me pregunto qué significa esto del vivir, qué significa esto de estar vivo, qué es esta conciencia en la que parecen inscribirse todas mis experiencias, qué es esta conciencia que parece haber surgido en unas coordenadas históricas, sociales y culturales específicas, qué es en definitiva la vida.
Cada día que pasa me pregunto qué hubo antes y qué habrá después, si es que podemos hablar de antes y después, qué es esta conciencia que parece vivirme día tras día, qué significa ser consciente y qué significa que pueda hacerme estas preguntas.
Cada día que pasa parece que mi conciencia quiere acceder a ese mysterium tremendum que todo lo abarca y que amenaza con dejarme sin palabras ante el milagro de la existencia y ante la maravilla de poder reconocer que soy lo que soy.
Cada día que pasa me lleno de preguntas de este y otro tipo ante las cuales sólo puedo enmudecer como un niño víctima de una ignorancia santa. Cada día que pasa mi mente trata de convertirse en un espejo reluciente y vacío que pueda contener la totalidad del universo.
Cada día que pasa me pregunto en concreto qué significa ser Fernando Sánchez Turrión cuando todas las espiritualidades parecen querer decirnos que nuestra esencia es el Absoluto. Cada día que pasa me pregunto si llegaré a comprender algún día (o tal vez a recordar) que la materia de mi conciencia es la sustancia de Dios y que mi origen y mi meta son el origen y la meta del propio universo.
Y me hago estas preguntas por la sencilla razón de que de no ser así el mundo me parecería sumamente aburrido y superficial. Lo digo una vez más: no me cansaré nunca de tratar de adentrarme en las dimensiones más profundas de la existencia aunque no pueda precisar aún de qué están hechas. Ese es mi viaje y, me temo, el viaje de todos. Tal vez, después de todo, hallemos una respuesta satisfactoria a todas nuestras cuestiones o quizá encontremos en el silencio a la madre de todas las preguntas.
Cada día que pasa me pregunto qué hubo antes y qué habrá después, si es que podemos hablar de antes y después, qué es esta conciencia que parece vivirme día tras día, qué significa ser consciente y qué significa que pueda hacerme estas preguntas.
Cada día que pasa parece que mi conciencia quiere acceder a ese mysterium tremendum que todo lo abarca y que amenaza con dejarme sin palabras ante el milagro de la existencia y ante la maravilla de poder reconocer que soy lo que soy.
Cada día que pasa me lleno de preguntas de este y otro tipo ante las cuales sólo puedo enmudecer como un niño víctima de una ignorancia santa. Cada día que pasa mi mente trata de convertirse en un espejo reluciente y vacío que pueda contener la totalidad del universo.
Cada día que pasa me pregunto en concreto qué significa ser Fernando Sánchez Turrión cuando todas las espiritualidades parecen querer decirnos que nuestra esencia es el Absoluto. Cada día que pasa me pregunto si llegaré a comprender algún día (o tal vez a recordar) que la materia de mi conciencia es la sustancia de Dios y que mi origen y mi meta son el origen y la meta del propio universo.
Y me hago estas preguntas por la sencilla razón de que de no ser así el mundo me parecería sumamente aburrido y superficial. Lo digo una vez más: no me cansaré nunca de tratar de adentrarme en las dimensiones más profundas de la existencia aunque no pueda precisar aún de qué están hechas. Ese es mi viaje y, me temo, el viaje de todos. Tal vez, después de todo, hallemos una respuesta satisfactoria a todas nuestras cuestiones o quizá encontremos en el silencio a la madre de todas las preguntas.
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