«Los verdaderos maestros no dejan huella. Son como el viento de la noche que atraviesa y cambia por completo al discípulo sin por ello alterar nada, ni siquiera sus mayores debilidades: arrastra todas las ideas que tenía sobre sí mismo y lo deja como siempre ha sido, desde el principio.»

Peter Kingsley, En los oscuros lugares del saber

lunes, 11 de agosto de 2008

El propósito de la vida

Creo que el tema del propósito de la vida, de nuestra vida en particular en el contexto de la Vida en general, y la búsqueda de un posible propósito personal es una de las cuestiones más profundas que hoy por hoy podemos abordar dentro una perspectiva espiritual.

Si en verdad aspiramos a ser los partícipes de una espiritualidad auténticamente integral y los abanderados de una nueva forma de ser-estar en el mundo se me antoja que esta es una cuestión fundamental, un punto que por otra parte ya ha sido puesto sobre la mesa por grandes pensadores y por la mayoría de las tradiciones espirituales y filosóficas del mundo, aunque quizá en el punto en el que estamos, en la encrucijada en la que convergen tantos credos diferentes, tantas prácticas y caminos, y en la que corremos el riesgo de perder nuestra auténtica conexión con la fuente de nuestro propio ser, debamos matizar a qué nos referimos cuando hablamos de propósito personal.

Sin dejar de tener en cuenta a Jodorowsky, que ya dijo que la vida no tenía sentido sino que había que vivirla (lo cual es algo parecido a dotar de sentido a esa vida vivida, aunque imagino que sobre lo que quiere hacer hincapié es que puede ser mucho más favorable dejarse de preguntas intelectuales y embarcarse definitivamente en la vasta experiencia del vivir), creo que el asunto del propósito se puede ver como casi todo desde múltiples puntos de vista.

Porque hay diferentes propósitos. Por supuesto están los propósitos convencionales, como por ejemplo conseguir un buen puesto de trabajo, ganar el suficiente dinero como para vivir una vida digna y conseguir una jubilación aceptable, tener amigos, lograr la fama, el poder, la admiración de los demás, etc., propósitos todos ellos lícitos y a los que en mayor o menor medida todos aspiramos. Pero si damos un paso más nos encontraremos con los propósitos posconvencionales, y ahí es donde nos topamos con las grandes preguntas sobre el misterio de la vida (cuyas respuestas por cierto no nos cansaremos de buscar), preguntas del tipo: qué significa, qué sentido tiene, hacia dónde voy, cómo me defino, etc.

Ni que decir tiene que un auténtico camino espiritual ha de tener presentes todas estas cuestiones. Y no es que les vayamos a encontrar respuestas a las primeras de cambio, posiblemente muchas de ellas requerirán el trabajo de toda una vida, pero sí podemos hacer aproximaciones aceptables, pequeños o grandes rodeos que nos conduzcan al núcleo de nuestro destino. Porque se me antoja que este propósito personal nuestro (a lo Bach) puede llegar a ser una especie de atractor extraño, un punto omega (a lo Teilhard de Chardin), un arquetipo sutil (a lo Wilber) que sea realmente el indefinible e incalificable fundamento que desde nuestras divinas profundidades nos llame sin cesar para que nos reunamos con él y en él en un divino e inolvidable abrazo. Tal vez entonces descubramos que el propósito de nuestra vida y el propósito de la Vida devienen Uno.

jueves, 31 de julio de 2008

El yogui devorador de carne

Como muchos de vosotros sabréis El yogui devorador de carne es el título de uno de los cuentos de mi libro Rugidos de Almas. Algunos compañeros y alumnos se han sorprendido porque piensan que lo que estoy proponiendo y alentando a través de ese cuento es justo lo contrario de lo que propone la tradición yóguica, a saber, una alimentación carnívora.

Sin embargo tengo que decir que esa es una interpretación del cuento a todas luces literal y superficial. He de recordar que este relato, al igual que todos los que componen el citado libro, no es más que una fábula que pretende cuestionar ciertos supuestos y ciertas formas de pensar que habitualmente damos por sentados.

En particular en este cuento pretendo poner sobre la mesa el tema de las consecuencias de nuestros actos, para lo cual pensé que utilizar la imagen de un yogui devorador de carne podría ser útil, aunque con seguridad podría haber utilizado algún otro personaje.

Lo que pretendo mostrar es que no tenemos la más remota idea de cuáles pueden ser las consecuencias de nuestros actos en las vidas y en la conciencia de los demás, y todo por la sencilla razón de que las variables que intervienen en cualquier conducta humana son tantas que resulta imposible tenerlas todas en cuenta y mucho menos aún gestionarlas adecuadamente.

Como consecuencia de esto a todo el mundo le resultará fácil comprender que muchos actos que habitualmente consideramos buenos y positivos tanto para nosotros mismos como para los demás (como por ejemplo seguir una dieta vegetariana) pueden resultar desastrosos para otras personas, y que muchos actos que consideramos malos y negativos para nosotros mismos o para los demás (como por ejemplo abusar de una dieta carnívora) pueden resultar una gran bendición para quienes nos rodean.

Todo esto pone sobre la mesa la cuestión del significado de la ayuda. ¿Qué significa realmente ayudar a los demás? Tal vez todos tengamos en mente alguna ocasión en que lo que pensábamos que iba a ser de gran ayuda para algún amigo le trajo desgraciadamente el infortunio, o viceversa. Desde mi punto de vista todo este nudo puede deshacerse si diferenciamos, como ya he hecho en otro lugar, lo que podemos llamar la pequeña ayuda de la Gran Ayuda.

Lo único que he hecho ha sido crear un personaje que a través de su propia negación, a través de su propia muerte y a través de su inmolación ofrece un nuevo mundo a los demás. El yogui devorador de carne es un personaje que a pesar de actuar compulsivamente y de distorsionar el propósito de las enseñanzas espirituales es capaz de modificar la realidad de tal modo que ante los demás se abren unos horizontes inesperados.

Por tanto espero que nadie se confunda o cometa la ligereza de interpretar esos cuentos demasiado literalmente. Yo particularmente sigo siendo entusiasta de una dieta esencialmente vegetariana.

miércoles, 23 de julio de 2008

La entrevista en la terapia con Flores de Bach

Como ya he comentado en alguna otra ocasión en la consulta de Flores de Bach se ponen en juego dos aspectos diferentes: por una parte tenemos el aspecto fenomenológico-interpretativo de la consulta en sí, y por otro el elemento físico-objetivo constituido por el propio frasco de esencias que solemos recetar en la consulta.

Al contrario de lo que muchos terapeutas florales puedan pensar creo que realizar con éxito un diagnóstico de flores no es un asunto fácil. Y todo ello por la sencilla razón de que posiblemente una de las mayores dificultades que se nos presentan en la entrevista es que tenemos que abordar la cuestión desde al menos dos perspectivas diferentes.

Por un lado tenemos que adoptar la perspectiva del “nosotros” en la que nos envolvemos con el paciente prestando atención a cosas como el reconocimiento en nosotros mismos de los estados florales en los que se mueve el propio paciente. Se trata de sintonizar en cierta forma con el tono emocional del consultante adoptando una actitud de apertura y de escucha en la que la empatía juega un papel fundamental.

Pero por otra parte debemos tener una visión de conjunto de las treinta y ocho flores desde una perspectiva de tercera persona. En otras palabras, tenemos que tratar al paciente como portador de una serie de objetos emocionales específicos. Esto equivale a algo así como a tener una vista de pájaro desapegada tanto del paciente como de nuestro propio sistema terapéutico.

Por tanto el arte de la terapia consiste en pasar de una perspectiva a otra según lo requieran las circunstancias, lo cual es un asunto verdaderamente difícil, por no mencionar las dificultades relacionadas con los posibles sesgos que pueden afectar a nuestro propio reconocimiento de los estados emocionales y que nos pueden conducir a una interpretación errónea de los mismos.

Sin duda nuestros propios matices emocionales pueden ser un filtro importante a la hora de reconocer los objetos emocionales del paciente ya que de una u otra forma siempre vamos a abordar cualquier entrevista desde nuestra propia perspectiva. Por tanto creo que debemos tener en cuenta todas estas cuestiones en la terapia, porque aunque para muchos no sean más que pequeños matices no por ello van a dejar de ser menos decisivos.

viernes, 18 de julio de 2008

Abrazos esotéricos

Tengo una buena amiga que cada vez que me ve me acusa de huir de los besos y de los abrazos. Tengo que reconocer que nunca fui demasiado besucón. Tal vez todo sea cuestión de educación y consecuencia del clima familiar en el que me tocó vivir.

Lo cierto es que en un abrazo pueden florecer y reconocerse algunos sentimientos y emociones que suelen permanecer en la sombra habitualmente, como por ejemplo el sentimiento de cariño, de amor, la sensación de compartir un espíritu común, el sentimiento de que en cierto sentido todos estamos en el mismo barco o de que compartimos inquietudes comunes. Desde luego un abrazo es una gran oportunidad para que los corazones puedan reconocerse en un único y amoroso latido, lo cual es sumamente sano y recomendable.

Pero no debemos pasar por alto que este abrazo corporal es sin duda el abrazo más fácil de realizar, un ejercicio saludable al alcance de todo el mundo. A menudo, y en algunos círculos espirituales, se asocia una gran profusión de abrazos a un mayor contacto con la dimensión espiritual de la vida. No dudo de que esto sea así, sin embargo los problemas siempre suelen surgir cuando tratamos de pasar del abrazo físico-corporal al abrazo en el diálogo, en la comunicación libre, en el intercambio de puntos de vista, en el entendimiento mutuo y en la crítica constructiva, dimensiones todas ellas que en muchos sentidos son soslayadas sobre todo por los habituales círculos místico-esotéricos de la Nueva Era; dimensiones que por otra parte traté de poner sobre la mesa en las tertulias semanales realizadas entre Octubre de 2006 y Junio de 2007.

Desde luego el Espíritu puede despertarse en el cuerpo a cuerpo de un abrazo fraternal pero desde mi punto de vista necesita ser cultivado en el diálogo creativo de una comunicación respetuosa, madura y espiritualmente informada para después ser consolidado en otras dimensiones posiblemente transverbales y transdialóguicas.

Es evidente que el primer destello del Espíritu puede captarse en todos esos recomendables abrazos pero si queremos que realmente pueda florecer en nosotros y entre nosotros debemos tener en cuenta que su luz sólo se hará más clara cuando incorporemos o descubramos en nosotros y entre nosotros no sólo la riqueza de nuestros cuerpos sino también la de nuestras mentes, la de nuestras almas y la de nuestros espíritus.

Mi intención siempre fue reivindicar que el diálogo constructivo, el estudio teórico de la espiritualidad y la intelectualidad nunca estuvieron reñidas con el despertar espiritual, antes al contrario. De hecho mi idea siempre fue y sigue siendo tratar de tender un puente entre la popular espiritualidad de la Nueva Era y el intelectualismo académico (dos ámbitos que he tenido la oportunidad de conocer). Creo que el espíritu de una verdadera Nueva Era sólo podrá manifestarse si abogamos por una reconciliación afectuosa con las múltiples formas de pensamiento y con todos los sistemas de conocimiento que estructuran nuestra sociedad y nuestra cultura actual e integramos en nuestra experiencia espiritual lo mejor de todos ellos.