Sin duda esos son los dos nombres de moda y esa es la noticia. Acabamos de superar esa frontera mítica y mística de los cien ejemplares. Porque lo cierto es que las historias que pretendemos vender parecen estar realmente impactando con fuerza en las mentes de todos.
Tal vez pronto los centenares se conviertan en millones y el suave chisporroteo que se aprecia sobre las cabezas de los ciudadanos pueda expandirse hasta convertirse en un sol de ideas y de pensamientos luminosos. Siempre nos quedará el alma con sus rugidos envuelta en un arrullo de león dormido.
Tal vez mañana decidamos regalarle un libro a un amigo y entremos en una librería pensando en Zafón o en Turrión. Con toda seguridad nos iremos contentos con esas historias bajo el brazo pero sin sospechar que cuando el agasajado abra sus mágicas páginas a la hora de dormir tendrá una muerte santa.
Y no es que las sílabas vayan a devorarlo, a no ser que se conviertan en dragones, en tigres, en caballos desbocados, en el reptil guardián de algún tesoro escondido o en un meteoro gigante que amenace su cama. Más bien desfallecerá cuando ya no le quede más mundo que beber y comprenda que él es el protagonista de esas historias.
Cuando eso ocurra esos cuentos colorearán el increíble y único universo en el que el lector pueda construir su casa de letras y de símbolos, una casa que será la casa de su propia conciencia. El infinito y el misterio, o tal vez la muerte, nunca dejarán de llamar a su puerta.
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